viernes, 17 de junio de 2011
La poesía de Ramón Cote Baraibar
Esta mañana me ha sonado mi móvil: "Buenos días Toya, soy Ramón. Nos presentaron el martes en la agencia de publicidad en la que trabajo". Hemos seguido conversando y Ramón se ha ofrecido amablemente a conseguirme una entrevista con una amiga suya. Me ha comentado, además, que ha llegado a Bogotá un joven y exitoso editor español que probablemente edite uno de sus libros.
Al colgar el teléfono, dejándome llevar por mi curiosidad periodística y teniendo su nombre completo por un correo electrónico, he buceado por internet y he descubierto que el amabilísimo Ramón que se ha tomado la molestia y el interés de telefonearme esta mañana es nada más y nada menos que Ramón Cote Baraibar, uno de los mejores poetas colombianos, Premio Casa de América de Poesía Americana, Premio Unicaja de Poesía, colaborador de El País, autor de cuentos y relatos breves, libros de poesía y de dos antologías imprescindibles, una de la joven poesía latinoamericana y otra de la poesía colombiana del siglo XX. Tierra trágame, he pensado. El otro día cuando le conocí, y sin tener ni idea quién era, le di la dirección de este blog para que le echara un vistazo.
Qué le vamos a hacer. Colombia es así. Aquí, los grandes poetas como Ramón tienen tiempo y ganas de ocuparse del resto de los mortales. En otras latitudes, los que escriben poesía vuelan por encima de los humanos como seres celestiales.
Aquí os dejo uno de sus poemas. Gracias Ramón, la verdad es que después de leerlo ya me siento menos extraña.
Templo portátil
Si quieres hacer tuya cualquier esquina
acerca a la ventana más próxima un asiento
para detener el desorden de las horas.
Si ya escogiste ese preciso lugar donde
habitas, entonces enciende una vieja lámpara
que ilumine el perímetro de tu nuevo territorio.
De esa manera no será necesario que disimules
tu condición errante cambiando los muebles
o llenando las mesas con fotos familiares.
Pronto descubrirás la necesidad de estar allí,
inmóvil, rodeado de fugacidad y permanencia
en tu península con su faro solitario.
Sea cual sea el lugar donde te encuentres
sabrás que cada noche tienes una cita
en tu espacio vigilante que amplía sus fronteras.
No habrá palacio que lo iguale
ni monumento de mármol que lo imite:
este será tu palacio y tu monumento.
Pasarás las semanas sucesivas sabiendo
que ya cuentas para el resto de tu vida
con un lugar que solo a ti te pertenece.
Basta elegir una esquina cualquiera, una mínima
ventana, un asiento y una vieja lámpara
para que puedas viajar por el mundo
repitiendo tu ritual nocturno en tu templo portátil
acompañado por tus dioses domésticos. Así nunca
te sentirás extraño en ninguna parte de la tierra.
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Preciosa poesía, muy actual, muy profunda, a veces añoras tener un lugar desde donde volar y soñar, lo quieres espectacular, lleno de detalles y super único, y pasa el tiempo y no lo consigues por que pides demasiado, pero si lo vez con objetividad solo necesitas elegir una esquina cualquiera, una mínima ventana, un asiento y una vieja lámpara para que puedas viajar por el mundo.
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