viernes, 26 de abril de 2013

Sabiduría arhuaca

Indígena arhuaca Colombia de una

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La conocí en su casa a orillas del río Palomino, en plena Sierra Nevada de Santa Marta, a dos horas y media caminando desde el pueblo más cercano. Estaba acompañada de su hija y sus nietos, inmaculadamente vestida como dicta la tradición arhuaca, descalza, con su hermosa cabellera color azabache y sus collares. No hablamos; sólo nos saludamos y ella desapareció. Al rato la vi sentarse en un rincón de la vivienda, todavía alumbrado por la luz del sol que se colaba por las rendijas, y me acerqué; me coloqué a su lado y permanecí en silencio mientras la veía desenredar el hilo con el que estas mujeres tejen desde niñas sus mochilas (foto de abajo). Así estuve un buen rato, admirada de su habilidad y destreza, hasta que al final le pedí permiso para fotografiarla y aceptó. Y entonces, como por arte de magia, se rompió el hielo y empezamos a hablar mientras ella no dejaba de hacer rodar los carretes de hilo por sus piernas y movía sus brazos de un sitio a otro sin parar; Lo confieso, me hubiera quedado horas y horas a su lado, en su casita apartada del mundo, aprendiendo a tejer, a escuchar y a vivir en paz.

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Mochila arhuaca Colombia de una

miércoles, 24 de abril de 2013

El río Palomino



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No sé lo que tiene que ser vivir a orillas de un río así; levantarte bien temprano y darte un delicioso baño en sus limpias y templadas aguas; irte a hacer tus cosas y regresar más tarde a sumergirte de nuevo. Vivo en Bogotá pero estoy segura que algún día me retiraré a un lugar como éste, apartado del mundo, y sé que lo conseguiré porque es lo que deseo con todo mi corazón y los deseos siempre se cumplen

Este río se llama Palomino y nace en la colombiana Sierra Nevada de Santa Marta, Reserva de la Biosfera, Patrimonio de la Humanidad y la única en todo el mundo al lado del mar que tiene nieves perpetuas durante todo el año; desemboca en el Caribe y cuentan que lleva el nombre de un sanguinario guerrero español que se ahogó en él. Pero bueno, eso es lo que dicen. 

Qué bendita sensación la de flotar en sus aguas, dejarte llevar por la corriente -suave en esta época del año- y con los ojos cerrados, como yo hice, disfrutar de los sonidos de la selva, el viento, la ropa al golpear las piedras cuando la están lavando, las risas de los niños indígenas y, sobre todo, de esa profunda y poderosa calma que emana en este lugar acariciado por la gracia divina.

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martes, 23 de abril de 2013

Carlos Vives y su café-restaurante, en el diario El País

Carlos Vives en Gaira Colombia de una


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Hoy el diario español El País publica mi artículo sobre Gaira, el café-restaurante que Carlos Vives y su familia tienen en Bogotá y donde, por cierto, se escucha la mejor música en directo de la ciudad. Podéis leerlo en este enlace. Espero que os guste. ¡Feliz día!

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lunes, 22 de abril de 2013

El mamo kogui del corazón del mundo


Mamo kogui Colombia de una

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Estuve con mi sobrino Abe en el centro y corazón de mundo o por lo menos así llaman los koguis -uno de los 83 grupos indígenas reconocidos por la constitución colombiana- a la Sierra de Santa Martala única montaña nevada del mundo a orillas de un océano y también la más alta. Ellos -junto a los arhuacos, arsarios y kankuamos- son los Hermanos Mayores e hijos de la madre universal y tienen el compromiso de velar por el equilibrio entre las fuerzas del Universo, la vida y los humanos. El resto de mortales somos los Hermanos Menores, desterrados de esas tierras hace miles de años por no respetar a la Madre Tierra.

Para los koguis la Sierra es una representación del cuerpo: los picos nevados -donde nacieron los primeros hombres- son la cabeza, por eso los hermanos mayores son el pensamiento que cuida la naturaleza y sostiene el equilibrio del corazón del Planeta; el agua y las lagunas, el corazón; los ríos representan las venas; los árboles, el cabello y la tierra, los músculos. Qué bella forma de interpretar el mundo.

Mamo kogui Colombia de una / Toya Viudes
El que veis en las fotos es el mamo, máxima autoridad de estos Hijos del Jaguar y descendientes de la antigua cultura tayrona-, escogido desde su nacimiento. A través de profundas meditaciones -en las que aseguran comunicarse con las plantas, animales y otros seres vivos-, ayunos de varios días y ofrendas, ayudan a crear el balance y la armonía necesaria para el mundo. Nos lo encontramos en un poblado a dos horas y media de camino a pie desde Palomino hasta donde subimos acompañado de Joana Casas, una guía muy especial que, con la gente de Unique Colombiatiene un permiso especial para llegar hasta este lugar.

El mamo estaba en su día de oración; le pedí sentarme a su lado y me lo permitió pero fuera del círculo sagrado. Intenté charlar un rato con él pero no fue posible; tan sólo conseguí que me preguntara mi nombre mientras me miraba profundamente con sus ojos negros y mambeaba y mambeabaMambear es un ritual de suma importancia para los koguis. La hoja de jayo -hoja de coca- es recolectada y tostada por las mujeres. Los hombres introducen en el poporo de calabazo -lo que veis que lleva el mamo en sus manos- la raspadura de cal extraída de las conchas de mar, con un palo sacan la cal de la semilla y lo llevan a la boca del lado donde están masticando las hojas de coca. Esta combinación del poporo y el mambeo al encajar el palo en la semilla acompañado de la coca significa para ellos la creación universal, a partir de la unión entre lo femenino y lo masculino; el poporo o semilla donde está la cal representa el útero, lo femenino; el palo con el que se extrae la cal para luego combinarla con la coca es lo masculino, el falo; y la coca, la planta sagrada que permite la conexión con la fuerza creadora. Esta mezcla, dicen, reposa el corazón, baja la frecuencia cardiaca y permite un estado de calma que abre el pensamiento.

Permanecimos junto a él unos minutos en completo silencio sin perdernos un detalle; no se oía un alma y se respiraba una paz infinita. El encuentro fue increíble; estoy segura que mi sobrino y yo no lo olvidaremos en la vida y soy consciente de que fuimos unos auténticos privilegiados.

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viernes, 19 de abril de 2013

Melancolía

Atardecer Sierra Nevada de Santa Marta Colombia de una


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Hoy llueve, y mucho, en Bogotá; no ha dejado de hacerlo desde anoche, hace frío y estoy triste y melancólica. Rebuscando entre mis fotos he encontrado éstas que hice hace tan sólo unos días en la playa de La Jorará, a los pies de la Sierra Nevada de Santa Marta y he pensado cómo me reconfortaría volverla a caminar en solitario silencio, fotografiarla, recorrerla descalza de una punta a la otra, dejarme arrullar por sus sonidos, bañarme en su mar y, sentada en su arena, dar gracias por todo lo que tengo a pesar de que a veces, como hoy, me haya levantado con ganas de llorar y de agarrar un avión y plantarme en España. A mi familia y a mis amigos quiero decirles: no os preocupéis, todo va bien; lo que pasa es que es difícil no poder estar a vuestro lado. 

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jueves, 18 de abril de 2013

Fanny y su sancocho de pescado

La Jorará Colombia de una Toya Viudes

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Muchas veces me preguntan si echo de menos la comida española y claro que me acuerdo de la tortilla de patatas, los arroces de mi padre, el jamón serrano, el queso manchego, las verduras y tapas de Murcia y de todos los deliciosos platos que salen de la cocina de mi madre. Pero es que en Colombia se come tan bien que mi nostalgia culinaria se esfuma como por arte de magia cuando por ejemplo doy buena cuenta de un sancocho de pescado como el de la foto. 

Fanny (en la foto) es la cocinera de La Jorará, una idílica finca de la Sierra Nevada de Santa Marta en la que he estado unos días alojada con mi familia y que recomiendo a pies juntillas. Todo allí es precioso, muy cuidado, hecho con todo el amor y el detalle del mundo y si además quieres aprender a cocinar alguno de los deliciosos platos que preparan para los almuerzos y cenas sólo tienes que ponerte tu delantal, tomar tu libreta de notas y adelante. Y eso fue lo que hice. 

Para quienes no lo sepáis el sancocho ha sido propuesto no sé cuántas veces como plato nacional colombiano -os lo conté en otro post hace tiempo- y sus ingredientes varían según la zona. El que preparó Fanny era de chivo -un pescado de la zona conocido también como bagre de mar-, con yuca, papa, malanga, plátano, ahuyama y ñame, además de un buen sofrito -hogao como lo llaman aquí- a base de cebolla, pimiento rojo ajo. Todo bien salpimentado con pimienta negra, lemon pepper y unas misteriosas semillas conocidas en la zona como pepitas de olor parecidas me atrevería a decir al cardamomo.

¿Y cómo quedó el plato? Muy delicioso, como dirían aquí; nos lo comimos mi hermana Maite, mi sobrino Abe, mi cuñado y yo acompañado de arroz, aguacate y un picadito de cilantro y cebolla que le dio el toque definitivo.

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Sancocho La Jorará Colombia de una




lunes, 15 de abril de 2013

En el Tayrona

Tayrona Colombia Colombia de una Toya Viudes

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Hace cinco años visité por primera vez Colombia invitada por mi amigo, chef y también bloguero Dani Meroño; aterricé en Bogotá huyendo del invernal frío españoldías después tomamos un avión a Santa Marta y desde allí pusimos rumbo al Parque Tayrona. A pesar de todo el tiempo que ha pasado recuerdo que hacía un día precioso, muy soleado; el mar estaba azul, muy calmado y nada más llegar a la primera playa me tiré como una loca al agua que, por cierto, estaba a una temperatura deliciosa. Mi tierra, Murcia, es muy desértica y aunque allí el mar también es increíblemente bello las playas no tienen casi vegetación así que os podéis imaginar mi emoción al ver toda esa selva tropical que en el parque crece en la mismísima orilla. 

Años después he vuelto al Tayrona, esta vez acompañada de mi hermana Maite, mi sobrino Abe y mi cuñado, y he recordado por qué hace años quedé enamorada de este pedacito del caribe colombiano, recomendado el pasado año por la prestigiosa revista NatGeo Traveler como uno de los 20 destinos del mundo que merecen una visita. Acompañados de Ivan Duarte, de Unique Colombia -recomendada empresa que organiza excursiones y actividades por la zona- hicimos la caminata que va desde la entrada de Cañaveral hasta la playa de Arrecifes y el Cabo San Juan. Qué delicia de paseo, cómo disfrutamos oyendo a los monos tití, a las aves; sorteando las cañadas, caminando por la arena entre esas descomunales rocas puestas allí como por arte de magia. Definitivamente en el Parque se respira una energía bien especial y ojalá entre todos consigamos cuidarlo. Por lo pronto el Gobierno está en ello recuperando terrenos indebidamente ocupados. Ojalá también tome la medida de reducir el excesivo coste de la entrada

Arrecifes / Tayrona Colombia de una



domingo, 7 de abril de 2013

El Valle del Cocorá

Valle del Cocora / Colombia de una / Toya Viudes

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Podría escribir líneas y líneas sobre el Valle del Cocorá compartir cientos y cientos de fotos como la de arriba; hablar de él durante horas y horas pero estoy segura que sería incapaz de transmitir la belleza de este rincón del eje cafetero colombiano en plena cordillera central de los Andes, parte del Parque Nacional de los Nevados y cuyo nombre en lengua indígena significa estrella de agua

Puedo utilizar adjetivos como majestuoso, bello, sobrecogedor, único, sublime, grandioso y mil cosas más pero nada sería comparable a encontrarse en medio de este valle del departamento del Quindío, mirar hacia arriba y con el corazón encogido y la respiración entrecortada contemplar esas infinitas y elegantísimas palmas de cera, declaradas árbol nacional, que puede llegar a alcanzar los 60 metros de altura y que desde hace ya varios años están protegidas por ley por lo que su tala y explotación comercial están prohibidas. Lo celebro.

Senderos hay muchos por el valle pero hay que estar en forma porque las subidas son muy exigentes; yo preferí recorrerlo a caballo; no soy una experta amazonas ni mucho menos pero Arturo que me acompañaba y que ha crecido sobre uno de estos animales me confesó al terminar que fue una de las cabalgatas más bonitas de toda su vida entre palmas de cera, ríos, cascadas, sietecueros, flores, vacas y pastos. Estoy convencida que existen en el mundo pocos lugares como éste y yo he tenido la suerte de poderlo disfrutar. 

Valle del Cocora / Colombia de una / Eje cafetero

viernes, 5 de abril de 2013

Aprendiendo sobre café

Hay que ver todo lo que he aprendido sobre el café en mi viaje al departamento colombiano del Quindío. Ahora sé que primero tiene que crecer durante 60 días en un germinador de arena, después en un recipiente con tierra y cáscara de arroz y luego ya plantarlo en la tierra donde necesitará 10 meses más para que aparezcan los primeros brotes. Si alguien me pregunta le puedo decir que un árbol de café vive unos 30 años y que cada 8 hay que cortar el palo cerca de 30 centímetros para que siga creciendo; que en Colombia, a diferencia de otros países, todo el café se recolecta a mano y que en época de cosecha pueden llegar a recogerse al día 120 kilos por persona. 

¿Más cosas? Claro que sí: en la Finca el Ocaso, cerca de Salento  nos enseñaron a recolectar en nuestros cocos -así les llaman a las cestas de mimbre- sólo los granos de café de color más rojizo y a dejar los más amarillento y verdes en la planta. He regresado a Bogotá sabiendo que el café puede secarse en silo con ventiladores de aire caliente o en marquesina y con unos cuantos trucos para prepararlo: 7 gramos por una taza de café, el agua nunca hervida a más de 92 grados, verter al principio, y de manera circular sólo el 25 por ciento de agua, y el resto, más tarde. ¿Habéis tomado nota? Yo lo he hecho así esta mañana y me ha encantado :-).

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jueves, 4 de abril de 2013

El paraíso en la tierra

Paisaje cafetero Colombia de una / Toya Viudes


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¿Cómo te imaginas el paraíso? Yo cuajado de flores, con miles de árboles, lleno de frutas y ríos, casitas pintadas de colores, todo muy muy pero que muy verde, y con una deliciosa temperatura primaveral. Si además le colocamos plantas de café, guadales bananos hemos llegado al eje cafetero colombiano, el paraíso en la tierra como a alguien he oído decir.

Todo lo que os cuente de la belleza de este lugar es poco y tanto, tanto me ha gustado que sería feliz viviendo allí, disfrutando la paz que transmite esa tierra y su gente. Cuando llegas aquí no hay que hacer nada, simplemente pasear por estos paisajes de ensueño y absorber su bella y especial energía; todo lo demás vendrá luego y sin esfuerzo.

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Eje cafetero Colombia de una / Toya Viudes

martes, 2 de abril de 2013

Fredy y su Willys

Willys Colombia de una / Toya Viudes

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 ¿Cuántas personas caben en un Willys? Todas las que puedan poner su dedo gordo en el piso del carro. ¿Y cuánta gente ha llegado a subir al suyo? le pregunto a Fredy mientras Maite, Pep, Arturo y yo damos un delicioso paseo por los cafetales encaramados, y nunca mejor dicho, a esta fiera de las carreteras: Veintiseis -me dice-; aquí se acomoda a todo el que quiera subir. Fredy aprendió a conducir con 8 años, si 8 años; ahora tiene 33 y cuida como la niña de sus ojos a su Willys rojo modelo 56 que lleva el nombre de su hijo Juancho que por cierto, y siguiendo la tradición familiar, aprendió a manejar, como dicen aquí, con sólo 10 años. 

Anécdotas de su WillysFredy tiene miles como cuando se lo llevó de trasteo hasta Ipiales, frontera con Ecuador, cargado con una cama, armario, menaje de cocina, sillas, mesas, dos niños, dos adultos y tres gallinas. ¿Qué cuanto tarde?, me dice, 8 días y 8 noches; fue tan cansado que no lo volvería a hacer en mi vida. Le pregunto a Fredy que es lo que más le gusta en el mundo y me contesta de seguido: los carros. ¿Y cuál es el mejor del mercado? El Willys, me dice, es lo máximo. 

Eje Cafetero Willys Colombia de una Toya Viudes
Pocos coches han resistido a tantos años y a tantas cargas como éste de pequeño tamaño, peso ligero, gran fuerza y tracción a las cuatro ruedas fabricado en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y que llegó a Colombia en los años cincuenta cuando el gobierno de Rojas Pinilla importó 1.000 de ellos para incentivar el desarrollo campesino. En el eje cafetero son todo un símbolo nacional y también se los conoce con el nombre de yipaos. Lo mismo sirven para transportar descomunales cargas de café -como los 25 sacos de 40 kilos cada uno que caben en el de Fredy-, arroz, plátanos, bombas de agua, abono, material de construcción o pasajeros

Qué delicia pasear por estas veredas entre plantas de café, frijoles, lulos, bananos, granadillas, yucas, maracuyás y aguacates encima de uno de estos coches del que alguien alguna vez dijo que es fiel como un perro, ágil como una cabra y solidó como una mula.

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lunes, 1 de abril de 2013

Y llegué al eje cafetero

Eje cafetero Colombia de una / Toya Viudes

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No os podéis imaginar la de veces que he soñado con el eje cafetero y hoy tengo la inmensa dicha de escribir este post desde El Bosque del Samán, una preciosa finca (en la foto) en pleno Quindío donde estoy pasando unos días con Arturo y mi hermana Maite y Pep que han viajado desde España y que a pesar de llevar pocos días aquí ya se han enamorado de esta hermosa tierra bendecida por los astros y los ángeles. Y no me extraña.

Eje cafetero Colombia de una / Toya Viudes
Fotos de los cafetales había visto a miles pero cómo explicar mi primera visión del Quindío después de más de dos horas de trepar y sortear toda clase de obstáculos por el Alto de La Línea. Mucha gente me había hablado de la inmensa belleza de este rincón colombiano pero no sé qué adjetivos utilizar para describir su vegetación, la tranquilidad que se respira, los atardeceres, la amabilidad de su gente, el colorido de sus casas

Estoy deseando darme un paseo en un willy por las trochas del café, hacer canopy sobre los cafetales, pasear por Salento, probar en la Terraza de San Alberto el que dicen que es el mejor café del mundo, relajarme en los termales de Santa Rosa y tantas y tantas cosas. Os iré contando.

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Eje cafetero Colombia  de una / Toya Viudes