martes, 31 de enero de 2012

Lucho, prende la vela

Ayer estuve toda la tarde escuchando a Lucho Bermúdez y su orquesta. Hace poco un amigo me regañó -con razón- y me dijo que no podía seguir hablando en este blog de música colombiana sin mencionar al "Maestro Bermúdez", así que yo, toda disciplinada, le hice caso y, antes de ponerme a escribir, me di todo un maratón musical: que si Tolu -maravillosa, qué ritmo, qué ganas de bailar-;Prende la vela -dedicada a Cartagena de Indias-;Diana María; Tina; Salsipuedes -con la inolvidable voz de Matilde Díaz-Fiesta de negritos; Caprichito; Colombia tierra querida; Linda caleñita; Danza negra -me vuelve loca-; Te busco- no tengo palabras-; Joselito carnaval -un regalo a Barranquilla-;Carmen de Bolívar -la que dicen es una de las diez canciones más bonitas de Colombia-, y muchas otras más hasta un total de 1.000 entre porros, cumbias, gaitas, fandangos, mapalés, paseos, merengues, pasillos, joropos, bossa-novas, tangos, mambos, chachachás, salsa, guarachas y joropos y yo qué sé cuántas cosas más. Y claro, después de escuchar estos temas una y otra vez de repente se me abrieron los ojos y ¡zas! di con la clave de su éxito: saber mezclar como nadie el swing de las grandes bandas de jazz con los ritmos tropicales y el sonido inconfundible de su clarinete. ¿Qué opináis vosotros?

Dicen que con Bermúdez -al que algunos llaman el "Benny Goodman colombiano" en referencia al célebre rey del swing norteamericano- nació el ritmo nacional y que toda Colombia ha vibrado y vibrará con su música. Y qué razón tienen: el "viejo" Lucho es sinónimo de rumba. Porque, vamos a ver, ¿qué colombiano o colombiana no ha bailado o cantado alguno de sus temas? Si hasta yo lo he hecho y soy de fuera.

Lucho adaptó los ritmos tradicionales colombianos, como la cumbia y el porro, a ritmos modernos y lo hizo mediante elaborados arreglos musicales interpretados por orquestas de gran formato, haciéndolos famosos por el mundo entero; fue el primero en escribir en partituras la música de las bandas de los pueblos costeños, permitiendo su difusión y permanencia en el tiempo; enseñó a bailar y a tocar la cumbia a argentinos y mexicanos; lo mismo dirigió bandas municipales que llevó la batuta y tocó su clarinete con las orquestas de música tropical más famosas del mundo como la Billo´s Caracas Boys, Los Melódicos, La Orquesta de Bebo Valdés y la Sonora Matancera. Y allá por los años 40, tras dejar Cartagena, conquistó Bogotá a ritmo de porros, gaitas, fandangos y cumbias.

El pasado 25 de enero se cumplieron cien años de su nacimiento en El Carmen de Bolívar. Aquí os dejo con Tolu, mi tema preferido de todos los suyos. ¿Cuál es el vuestro? 


domingo, 29 de enero de 2012

Actriz por un día

Más o menos esta pinta tenía yo con los rulos que me colocaron el otro día en mi sufrida cabecita y no, no fue en una peluquería -negocio que, por cierto, suelo pisar de uvas a peras -sino en los estudios de RCN. ¿Y qué hacía yo deprimiéndome a esas horas de la mañana entre esculturales presentadoras de dos metros de altura, rubias melenas y piernas de infarto? Ahí va la historia.

Para la novela que va a protagonizar, y que produce Guillermo Restrepo, mi amigo Rafa Taibo, del que os he hablado en este blog, necesita una esposa española que le acompañe en todas sus trampas y fechorías y pensó en mí. Y yo, ni corta ni perezosa, me presenté el viernes pasado a las pruebas de casting para el papel. Fue toda una locura porque yo actuar no he actuado ni en el colegio, pero para mí la vida es experiencia y un continuo aprendizaje así que fui a por todas.

Adriana, la maquilladora -a la que desde aquí mando un montón de besos y felicito por su excelente trabajo- consiguió como por arte de magia transformarme en una autentica maruja, dícese en España de la mujer dedicada exclusivamente al trabajo del hogar, sin inquietudes culturales, sociales ni de otro tipo. Cuando me miré al espejo no me lo podía creer: el pelo todo cardado -entre la Reina Sofía Margaret Thatcher- y pintada como un loro ¡Yo que no me maquillo casi nunca! Eso sí, los ojos me los dejó bien bonitos, así que a ver si espabilo y me apunto pronto a un curso de maquillaje. La gracia la terminó de hacer el vestidito gris todo mono y lleno de flequitos que me colocaron, los taconazos con hebilla incluida y un collarcito de perlas que haría las delicias de cualquier mujer.

Pues con esta pinta -y dejando la vergüenza y los nervios no sé ni dónde- me planté en el estudio de grabación, y delante de todo el personal, con dos o tres bichos de esos grabándome, me metí por unos minutos en el papel de una actriz española que llega a Colombia acompañada de su marido para hacerse pasar por los padres "aristócratas" de una jovencita. ¡Madre mía! Esto de la improvisación no es nada fácil y con acento andaluz, peor que peor. Pero, como dicen en mi tierra, le eché morro y disfruté sintiéndome toda una actriz por un día. El papel no tengo ni la más remota posibilidad de que me lo den, pero pasarlo hay que ver lo bien que me lo pasé. 

jueves, 26 de enero de 2012

La voz de los sin voz

No creo en la casualidades sino en las causalidades. Estoy convencida de que la vida te pone a maravillosos seres en tu camino para crecer a su lado. Por eso conocí hace unos meses en Bogotá a Alejandro González Vargas y por eso seguimos siendo grandes amigos.

Alejandro es el alma de Barcelombia, un proyecto audiovisual que podéis seguir en youtube y que, como él mismo define, busca acercarse a la gente anónima, a la que no sale en la tele, de una forma desprevenida y natural, sin preguntas ni tema alguno, para lograr captar la realidad que el momento trae. Personas que vienen caminando, encuentros fortuitos...

Barcelombia nació hace siete años y hasta la fecha ha recibido más de dos millones de visitas. ¿Y para ti qué significa este proyecto? le pregunté a Alejandro el otro día: "Me ha abierto un camino infinito en cuanto a la realización y los intereses que tengo como creador audiovisual. Es algo que sigue creciendo con el tiempo y conmigo y que tiene mucho que ver con lo que soy". De eso, estoy segura. 

Admirador de grandes directores como Raymond Depardon, Fernand Melgar o David Lynch, la cámara ha acompañado a Alejandro en España, India, Tailandia, Holanda y ahora a Colombia, su país, al que ha regresado después de once años y lo ha hecho tras poner en marcha otros proyectos audiovisuales como The insider Project (www.theinsiderproject.org), con el que ganó en la categoría No Ficción de los Premios INVI de RTVE.

En Barcelombia podéis encontrar a Ana Lucía, una hermosa niña que vive en una playa del Chocó; a Don Miguel, adorable viejito que nos da toda una lección de vida; o al pequeño Luisito que nos enseña su pueblo, Belén de los Andaquíes. Y están también Lucas, que vive en una alcantarilla en el centro de Bogotá e Hilario, un politólogo de La Guajira... Hay también pescadores, madres, campesinos, cantantes, escritores, vendedores. Y tanta gente más. 

¿Y tú con qué sueñas Alejandro? Quiero contar el mundo por medio de su gente; darle voz a los sin voz, me dice. Ojalá yo pueda ayudarte.


miércoles, 25 de enero de 2012

Y la Pony Malta llegó a mi vida


Tanto, tanto, tanto me han hablado, y me habéis hablado, de la Pony Malta que hoy he decidido que era el día para probar el refresco más nutritivo y tradicional de Colombia. La verdad yo no estaba lo que digamos muy animada, pero Laura, veloz como una gacela, ha ido de una carrera hasta la cigarrería y en menos de cinco minutos ya tenía el famoso brebaje frente a mis narices. Bueno ¿y qué? Os tengo que ser sincera: no me ha gustado. Es que tiene un color que me recuerda al jarabe que me daba mi madre en España de pequeñita cuando estaba enferma. Y ese olor tan fuerte. Y ese sabor dulzón entre cerveza sin alcohol y Coca-Cola. Uy no. Y eso que le he dado una segunda oportunidad y me he tomado otro traguito pero no ha habido manera. Ni muy fría, ni con pandebono, ni con Chocoramo, ni con roscón, ni con almojábana, ni con nada de nada: la Pony Malta igual que entró ya salió hoy de mi vida. Pero por favor, ¡no dejéis de leerme por esto! Sigo amando Colombia igual que antes, pero es que tenéis que reconocer, como dice una amiga, que la Pony Malta es de amores y odios. Si te gusta no puedes vivir sin ella, pero si la odias ni cerca la quieres. En fin, ya dice el dicho o refrán que sobre gustos no hay nada escrito. 

En 1953 Bavaría la lanzó al mercado y para su formulación se consultó al Instituto Nacional de Nutrición porque lo que se buscaba era una bebida para los jóvenes que no llevara alcohol y fuera refrescante y muy nutritiva con alto contenido en minerales, proteínas y vitaminas. Hasta alguien se inventó un eslogan que decía: "Sólo los que toman Pony Malta están mejor preparados". Luego llegaría "Bebida para campeones" y "Que nada te detenga", en boga todavía. La combinación de malta de cebada y azúcar -con algún otro ingrediente más por ahí cien por cien natural- funcionó a las mil maravillas y ahora, creo que no exagero, media Colombia la toma. La otra media no quiere verla ni en pintura

Hay Pony Malta en botella de cristal, envase de plástico, en lata, más grande, más pequeña, mini. Compite con refrescos y lácteos y la encuentras en cada esquina. Y ahora la pregunta del millón: ¿Os gusta o no os gusta? Y si os gusta, ¿con qué la acompañaríais? 



lunes, 23 de enero de 2012

¿Y ahora qué?

Como ya no sois tan sólo un centenar sino muchos más lo que me leéis, hoy os quiero contar cómo nació este blog. Hace ahora siete meses decidí marcharme de España e instalarme en Bogotá. Muchas fueron las razones pero la principal, mi amor a Colombia -un país que ya había visitado en anteriores ocasiones- y mis ganas de aventura. Dejar Murcia, mi ciudad, no fue tarea fácil y mucho menos separarme de mi familia y amigos, pero una vez más me dejé llevar por una frase vital en mi vida: el mundo es demasiado grande para evitar una despedida. La decisión estaba tomada pero ¿cómo mantener el contacto diario con toda la gente a la que dejaba en España? Con un blog.

Yo soy poco espabilada en esto de la informática así que entré en la web de blogger y, para no complicarme la vida, seleccione la plantilla más sencilla que, por cierto, estoy deseando mejorar -se admiten sugerencias-. Al principio me leían mis padres, mis hermanos, mis sobrinas y algunos de mis amigos. Con el tiempo fui ganando lectores pero no más de cien o ciento y pico al día. Durante meses nunca recibí un comentario, tanto es así que hasta recuerdo escribir una entrada que se llamaba ¿Hay alguien ahí? en la que suplicaba que algún piadoso o piadosa dijera algo de lo que yo escribía. Poca gente se animó pero yo, lejos de tirar la toalla, seguí y seguí con lo mío. 

Hace dos semanas colgué una de mis entradas en una página de facebook dedicada a Bogotá. Al administrador le gustó y decidió compartirla en otra que se llama Colombia y que tiene cerca de 2 millones de seguidores. La suerte estaba echada: en menos de diez minutos mi blog recibió más de 6 mil visitas y empezaron a llegar los primeros comentarios. Al poco, subieron a 10 mil y al terminar el día alcancé las 17 mil. Mi sueño se había cumplido. No podía creérmelo. De la emoción, y como se dice en mi país, lloré como una magdalena. Desde entonces el blog recibe muchas visitas diarias y comentarios.

¿Y ahora qué? Ahora tengo más ganas que nunca de contar al que me quiera leer que Colombia es mucho más de lo que se empeñan en decirnos, viajar y viajar de una punta a la otra y devolverle a este país y a su gente todo lo que me han dado desde que llegué, que es mucho. ¿Y cómo? Haciendo lo que más me gusta: escribiendo.

Y de vosotros, ¿quién tiene un blog o le gustaría tenerlo? 

sábado, 21 de enero de 2012

Al corte con las Hermanitas Calle

El otro día leí en el periódico que venían a dar un concierto a Bogotá "Las Hermanitas Calle". Con este nombre -pensé yo- deben ser dos monjitas de la caridad. Ilusa de mí. Después de oír en Youtube su tema más conocido, "La cuchilla", casi me da un infarto. Para que veáis que no estoy exagerando ahí va un trozo de la letra y lo pongo en negrita para que se vea bien: Si no me querés te corto la cara, con una cuchilla de esas de afeitar. El día de la boda, te doy puñaladas, te arranco el ombligo y mato a tu mamá. Al corte con las Hermanitas, como dicen aquí. O sea, cuidadín, cuidadín.

¿Y estas dos mujeres de armas tomar a las que mejor no acercarse quiénes son?  Las reinas en Colombia de la música guascacarrilera o guascarrilera que es el nombre con el que se conoce en la región de Antioquia a la que cantan y tocan los campesinos y que abarca ritmos como rancheras, corridos y huamangas mexicanos; pasillos y valses de Ecuador y zambas, tangos, pasillos y valses de Argentina. Algo así como una mezcla de ritmos norteños y sureños hecha por los campesinos antioqueños, pero con su propio estilo. Antes de seguir, un inciso: se llama guasca porque con este nombre se conoce a los campesinos y carrilera porque se escuchaba en las carrileras -vías- del tren. En internet dicen que esta música es "casi elemental estructuralmente, de ritmos y letras fáciles y pegajosas, y apropiadas para la rumba simple". No sé qué pensáis vosotros. Betania es su capital -hay un certamen y todo- y Octavio Mesauno de sus grandes cantantes.

Las "Hermanitas", Fabiola y Nelly Calle, nacieron en Ciudad Bolívar. Muy pequeñas el músico Israel Motatto las oyó cantar y les propuso grabar un disco. Empezó así una carrera musical de más de treinta años y ochenta discos que las llevaría a actuar en medio mundo y convertirse en patrimonio de la historia musical colombiana con temas como el de la cuchillaGaviota traidora, La jarretona y El sube y baja. En 2003 Nelly falleció. Se buscó una sustituta, María Eugenia Cañas, y desde entonces las nuevas "Hermanitas" siguen viajando por el mundo.

Y a vosotros, ¿os gusta este tipo de música? ¿Habíais oído hablar de las "Hermanitas"? Os dejo con "La cuchilla" de la que, por cierto, hay una versión de Aterciopelados. 

viernes, 20 de enero de 2012

Sabor y saber con Chocolatinas Jet

Hay que ver, mira que estoy quedando mal; el otro día juré y perjuré que el verdadero símbolo de Colombia era el Chocoramo y ahora voy y me entero que también existen los Chocolates Jet y su Álbum de Historia Natural. Lo siento, me he vuelto a equivocar. Es que últimamente no doy una. 

Jet hay de varios tamaños, pero Luise -que es quien quien me las dio a probar el otro día en la cigarrería de debajo de mi casa- me asegura que la campeona es la de cuatro pastillas (onzas), la de la foto, porque tiene el tamaño ideal. Rica está riquísima y se te deshace en la boca. 

Para que os hagáis una idea, el mercado de las chocolatinas en este país mueve 290.000 millones de pesos al año (1 € = 2.350 pesos) de los que el 63 por ciento corresponde a lo que vende la Compañía Nacional de Chocolates, fabricante de las Jet y de otros productos estrella como el Chocolisto, una bebida de chocolate en polvo.

¿Y cuándo se lanzó al mercado la Jet, la primera golosina de chocolate fabricada en el país, líder en el mercado nacional, una de las marcas más queridas por los colombianos y de las que se han llegado a vender 18 millones por mes no sólo en Colombia sino en otros países? ¿18 millones por mes? ¡Uy! Necesito tomar un poco de aire para seguir escribiendo. Ok, allá vamos. Fue en 1961, coincidiendo con la llegada a Colombia de los primeros aviones de turbina. Al principio la chocolatina no se comercializaba, sólo se distribuía en los jets, y para empezar a fabricarla se contrató a un técnico italiano, el señor Cenciarelli, porque aquí nadie tenía ni idea cómo hacerlo. La barrita de chocolate con leche en cuestión encantó al público y, claro, hubo que ponerse las pilas, comprar maquinaria de verdad y empezar a venderla por todo el país.

Para que la gente la comprara más y más a alguien se le ocurrió la  idea de lanzar álbumes de láminas, monas, caramelos o vistas -que viene a ser lo mismo pero que se llama diferente según la zona del país-, para coleccionar y venían dobladas dentro de la chocolatina: La conquista del espacio y autos Jet, Banderas y El Hombre y el mar. Pero la bomba llegó en 1968 con el Álbum de Historia Natural (el de la foto de abajo). Me pregunto quién no ha coleccionado alguna vez en su vida estas 508 láminas, convertidas hoy en todo mito urbano ¿Cuáles eran las más difíciles de conseguir? Mi amigo Julio, barranquillero y que desde los 3 años ha coleccionado el álbum en tres ocasiones, me asegura que la del manatí; tanto es así que su padre, un buen día, cansado de tanta pataleta y llanto porque era la única lámina que le faltaba, lo llevó al zoo, le hicieron una foto al animal en cuestión y la pegaron en el álbum. Asunto zanjado y tragedia terminada. Paula ya le ha regalado el primer álbum a su sobrina Bianca que tiene meses. Y Alejandro ¡¡consiguió completarlo!!

Como Julio, Paula y Alejandro y muchos otros amigos más, miles y miles de niños colombianos han comido día tras días día Chocolatinas Jet para terminar este álbum que, lo que son las cosas, la Editorial Bruguera publicó por primera vez en mi país, España, en 1967 y la Nacional de Chocolates, en un golpe de suerte e ingenio, adquirió los derechos. 

El álbum sigue en la calle, eso sí, rediseñado y con nuevas láminas, pero conservando el número original y mítico de 508. Me dicen que los dibujos no son tan bonitos como los de antes pero he decidido que voy a empezar a coleccionarlo hoy mismo, así que os dejo que me voy a la tienda de abajo a comprarme mi primera -no perdón- mi segunda chocolatina. Au revoir.

Se me olvidaba ¿alguien de vosotros tiene el álbum completo?

jueves, 19 de enero de 2012

La Diosa del Vallenato

El otro día, después de escribir sobre Otto Sergen y su Señora, me quedé con la mosca detrás la oreja: ¿Habrá alguna mujer en Colombia que se haya hecho también famosa cantando vallenatos o esto es sólo cosa de hombres? me pregunté una y otra vez. Mi amigo Rodrigo me dio la respuesta: Sí, sí la hay y se llama Patricia Teherán. ¿La conocéis? 

Patricia nació en Cartagena de Indias en 1969 y murió con tan sólo 25 años en un accidente de tráfico junto a su marido. Medio país y parte de Latinoamérica lloraron la muerte de la que ya era conocida como la Diosa del Vallenato. Por cierto, ayer El Espectador se preguntaba si existe una maldición entre los cantantes de vallenato porque se han muerto unos cuantos y de manera trágica: el último, Tony López Soto, quien falleció el pasado domingo con tan sólo 25 años tras dar con su coche dos vueltas de campana. Pues la verdad, la noticia da que pensar. A vosotros ¿qué os parece?

Pero volvamos a nuestra "diosa". Junto con Chela Ceballos, formó parte de Las Musas del Vallenato y publicó sus primeros discos. Después se uniría al acordeón de Maribel Cortina y juntas fundarían Patricia Teherán y sus Diosas del Vallenato. Llegarían los primeros éxitos: Me dejaste sin nada, Todo daría por ti, No me crees, Amor de papelTarde lo conocí, disco de oro que la inmortalizó como la voz femenina de este género musical

¿Y a qué le cantó Patricia? A lo habitual en estos casos: al amor, al desamor, a la infidelidad. Y después de ella, ¿ha habido otras? ¿Esmeralda, Adriana Lucía? Mientras os pensáis la respuesta -que me encantaría conocer, claro-, os dejo con el tema más conocido de Patricia; ni falta hace que os diga el nombre.


miércoles, 18 de enero de 2012

Con Dani en Paloquemao

¡A la orden! ¡A la orden! ¡A la orden! Nos llaman desde todos los puestos pero yo todavía ando medio dormida. Son las 6 de la mañana y he venido con mi amigo, el también español y chef Dani Meroño, a conocer la Plaza de Mercado de Paloquemao, una de las más importantes y tradicionales de Bogotá. La verdad, no me he podido buscar mejor guía para esta visita: Dani conoce este sitio como la palma de su mano y va saludando a diestro y siniestro como si fuera el mismísimo Presidente. Hasta tiene un artículo dedicado al lugar que le publicó Avianca en su revista.

El ritmo frenético del mercado me va poco a poco espabilando. Qué remedio. Nos vamos directos al puesto de Doña Eugenia (en la foto), la Reina del Ají. Yo no había visto tanto picante junto en mi vida: que si ají seco, de árbol, panca, mirasol, rocoto, jalapeño, chivato... Dios mío ¡qué espectáculo! Por fin se va el sueño pero ahora aparece el hambre. Dani sugiere lechona en el puesto de Doña Rosalbacaldo de raíz o parao -con miembro de toro y muy afrodisiaco, según me cuenta- pero, la verdad, tan temprano mi estómago no está para estos manjares, así que al final nos decidimos por unas arepas del Guavio recién hechas por Luz Dari con maíz pelado amarillo y mucho, mucho queso. Me pregunto qué he hecho yo para merecer esta delicia. ¿Y de bebida? Un jugo de manzana y zanahoria que nos tomamos entre tomates, calabacines, aguacates, acelgas y espinacas.

Nos acercamos hasta el puesto de Juan Pablo, al que Dani apoda cariñosamente el Doctor Hierbas, donde se puede encontrar remedio para cualquier mal, incluidos unos jabones con nombres tan curiosos como "Arrasa con todo", "Llama clientes", "Saca males" o "Garrapata", este último -me dicen- ideal para el amor. Habrá que probarlos.

Paloquemao tiene cerca de mil puestos y he leído por ahí que en una sola jornada se pueden vender entre 50 100 millones de pesos, cifra que varía según la época del año, y recibir 500 clientes a la hora. ¿Y sabéis de dónde le viene el nombre? De un árbol quemado que había cerca y que todo el mundo utilizaba como referencia para encontrarse.

Antes de irme me espera la gran sorpresa: el mercado de flores que funciona en el parqueadero desde la madrugada. Pensad en la flor que más os guste y estoy segura que aquí la encontráis: nos volvemos locos y compramos orquídeas hawaianas, aves del paraíso, repollitos, clavelitos chinos, girasoles baby y unas preciosas minicalas. Pienso en lo feliz que sería mi madre entre tantas flores y yo, de estar con ella.

El de la foto de abajo es Dani (con "mucho pelo" y vestido de negro) quien no es porque sea mi amigo, pero es uno de los mejores y más conocidos chefs de toda Colombia. Tiene un blog muy entretenido que se llama El cocinero viajero en el que relata sus aventuras gastronómicas y comparte unas recetas deliciosas y muy fáciles de preparar.

Y vosotros, ¿habéis estado alguna vez en Paloquemao?


martes, 17 de enero de 2012

La "Señora" de Otto Serge


Este fin de semana mi amiga Patricia me ha descubierto a Otto Serge (en la foto) y su exitazo "Señora" que, desde entonces, no he parado de escuchar. Y es que me gusta mucho cuando canta eso de "comprenda que el amor no tiene redes, no hay nada que lo pueda detener. Y si usted es la mujer que me conmueve, respeto al dueño que tiene, pero se lo digo a usted". ¡Ay el amor a ritmo de vallenato! Suena hasta más romántico y todo, ¿verdad?

Para quienes no lo sepáis Otto Serge es uno de los grandes intérpretes del vallenato colombiano junto a Rafael Orozco -a quien se cargaron a tiros a las puertas de su casa de Barranquilla cuando celebraba el decimoquinto cumpleaños de su hija-, Jorge Oñate -conocido como "El jilguero de América"- y Diomedes Díaz, tan sólo por citar algunos nombre. Me soplan por ahí que de las nuevas generaciones están sonando bien fuerte Kaleth Morales y Silvestre Dangond. Habrá que seguirles la pista.

Otto Serge ha cantado media vida acompañado del acordeón de Rafael Ricardo que primero fue diatónico o tradicional y luego, de piano. Juntos han hecho famosos temas como "Mi sentimiento", "Tú verás" o "Muchachas patillaleras". Pero hay muchas otras canciones de esta pareja musical que alegraron, y lo siguen haciendo, parrandas y fiestas por toda Colombia con la romántica melodía que imprimen a cada palabra y cada tono. ¿Y Otto sigue cantando? Sí, y lo hace junto al acordeón de Alberto “Beto” Jamaica.

¿Cuál es vuestro vallenato preferido? Yo todavía tengo que escuchar unos cuantos más para decidirme. Mientras tanto, aquí os dejo con "Señora" y ¡qué viva la música colombiana!


lunes, 16 de enero de 2012

¿Toros sí o toros no?

Yo, hasta ayer, en esto de los toros, y como dice la canción, tenía el corazón partío: soy española, he vivido la Fiesta desde bien pequeña en grandes cosos como Madrid y Sevilla, la he revivido una y otra vez a través de los ojos de Goya y Picasso y he llorado junto al poeta Federico García Lorca la muerte en el ruedo de Ignacio Sánchez Mejías. Pero siempre he respetado y escuchado a los que critican el maltrato animal y ven en las corridas un espectáculo de sangre y violencia

Movida por la curiosidad de vivir una corrida de toros fuera de mi país, y con el ánimo de escribir en este blog, ayer domingo me planté en "La Santamaría", la Plaza de Toros de Bogotá, donde se inauguraba la temporada taurina y que, como veis en la foto, estaba a reventar. Me acompañaba mi amiga la chef Paula Silva (@ChefPaulaSilva), poco aficionada a esto de los toros y que ya desde el principio me advirtió que no pisaba una plaza desde hacía muchos años.

Sebastián Castella no tuvo suerte con el primer toro pero pudo rematar con mucho arte el segundo; toreó, y bien, el colombiano Sebastián Vargas, pero fue El Juli quien puso a la afición patas arriba y arrancó los más sonoros aplausos frente a Negrito, animal noble brindado al público al que mató de un certero espadazo. Y fue entonces, con el toro agonizando en el ruedo, cuando Paula rompió a llorar y me suplicó que la sacara de allí: no podía ver más sangre. Abandonamos el coso a toda prisa, antes de que terminara la corrida y el Juli se llevara las dos orejas. Y ya en el taxi, de camino a casa, la dejé hablar y escuché con amor y atención los motivos de su llanto -los primeros que había visto en una corrida en mi vida y os aseguro que los últimos- y fue entonces cuando de repente mi corazón habló por primera vez en muchos años para decirme que ya nunca más quería estar partío.

Y vosotros, ¿qué pensáis?, ¿toros sí o toros no?

sábado, 14 de enero de 2012

La huerta de Alejandro


Cerca de Bogotá, entre La Calera y Sopó, existe un paraíso repleto de frutas, verduras y flores. Es la huerta de Alejandro Cuellar quien, además de amigo, es uno de los mejores chefs de toda Colombia. Ayer fue uno de los días más felices de mi vida: este blog recibió en tan sólo unas horas más de 17 mil visitas y desde entonces la cifra sigue y sigue subiendo. Y qué mejor manera que celebrar este regalo del Universo entre zanahorias, hortensias, acelgas y uchuvas

Alejandro siempre soñó con ser músico o fotógrafo y ayer me contaba que nunca pensó en dedicarse a la cocina a pesar de que desde bien pequeño disfrutaba preparando para su familia unos spaghetti alla puttanesca con mucho picante que quitaban el habla. Después vendrían estudios en el extranjero, trabajos en conocidos restaurantes, su propio negocio de cátering hasta llegar a hoy con programas de televisión, asesorías gastronómicas y, sobre todo, grandes proyectos en mente.

Ayer paseé con él entre lechugas, espinacas, tomates, coliflores, zucchinis y repollos que cultiva con mucho amor y dedicación desde hace dos años. Me comí, por primera vez en mi vida, una flor de un intenso color anaranjado que se llama capuchina -y que aquí en Colombia conocen como cachaco de muladar- que está muy picante y sabe a rábano y además probé la flor de cebollino -ideal para pescados y arroces-, la de la borraja, que además de deliciosa es de un maravilloso color azulado, y una fruta nueva para mí que se llama pepino melón.

Pero había más sorpresas esperándome en este vergel donde, por cierto, se me quitó de inmediato un insoportable dolor de cabeza que venía desde hacía horas arrastrando: todas las hierbas aromáticas que os podáis imaginar, moras, lulos, pensamientos, pimentones y unos saucos cuya flor, hervida en agua según me dijo Alejandro, es un remedio infalible contra la gripe que en estos días está haciendo estragos. Tomad nota.

Como despedida saboreamos unas deliciosas obleas con arequipe casero hecho por Rosita y una aromática con sidrón, mejorana, lima y papayuela de la que por cierto se hace un exquisito dulce. ¿Se le puede pedir más a la vida? Yo creo que no. Gracias Alejandro, ayer me hiciste muy feliz.

Por cierto, se me olvidaba deciros que Alejandro -a quien veis en la foto de abajo en plena faena- tiene un blog sobre gastronomía muy recomendable. Os dejo la dirección: http://chefalejandrocuellar.wordpress.com. Echad un vistazo, seguro que os gusta.

miércoles, 11 de enero de 2012

Los libros de Merlín

Este mañana he estado de paseo con Alejandro por el centro de Bogotá, otra ciudad dentro de la ciudad en la que amo perderme para luego encontrarme. Al centro hay que ir a caminar, empaparse de olores y sabores, a mirar arriba y abajo, a cruzar calles y traspasar portales. Al centro hay que ir a despertar del sueño y sentir el verdadero latido de Bogotá.

Si te dejas querer y sorprender el centro siempre tendrá para ti una sorpresa: hoy a mí me regaló poder perderme entre los cientos y cientos de libros de Merlín, una librería de viejo, como las llaman aquí. De eterno encanto, diría yo.

Hace once años que el negocio ocupa un edificio de tres pisos de viejos apartamentos, tal vez de los años treinta o cuarenta, en la carrera octava con la calle quince. Libros y libros y más libros abarrotan todos los cuartos sin excepción de esta vivienda, de suelos de madera, amplios comedores, habitaciones y pasillos, en la que todavía se conservan objetos de decoración y muebles de la época como un confortable y mullido sofá de cuero negro que me ha cautivado.

El segundo piso tiene toda una sala dedicada a Colombia con libros de poesía, arte, novela e historia. Al lado se encuentran títulos de literatura y poesía latinoamericana, española, norteamericana, francesa, inglesa, alemana e italiana. En lo más alto de la casa reposan los textos en idiomas extranjeros, la novela de terror, policiaca, de ciencia-ficción, erótica, artística y religiosa.

He leído por ahí que encontrar el libro que uno busca en Merlín es un acto de fe o tal vez de magia. Qué más da si puedes dejarte sorprender y regresar a casa con una obra en la que nunca pensaste.



martes, 10 de enero de 2012

Al dulce Chocoramo


Está bien, lo reconozco, estaba equivocada: el verdadero símbolo nacional colombiano no es el sombrero vueltiao, ni el café ni el sancocho sino el Chocoramo, esa tajada de ponqué -bizcocho- bañada en chocolate que veis en la foto y que en ¡50 años!, desafiando toda lógica empresarial, no ha cambiado ni de logo ni de envoltorio. La chocoramomanía llega hasta tal extremo que hasta hay una página en facebook con más de 150.000 seguidores en donde se discute todo sobre el producto. Ayer, al salir del gimnasio y con un hambre de lobo me zampé uno y os tengo que decir para los que no conozcáis esta maravilla nacional que es esponjoso, sabroso y está riquísimo.  

¿Sabéis cuántos bizcochitos de estos se venden al mes en Colombia? Nada más y nada menos que tres millones; una cifra para caerse de espaldas. Más datos: se producen diariamente 550.000 tajadas y en un año se da salida a 120 millones de unidades. ¿Y el secreto de todo este éxito cuál es? Sin duda alguna su condición de tentempié que, por un módico precio, espanta el hambre a cualquier hora del día llámese desayuno, medias nueves, almuerzo, onces o comida y que combina a la perfección con cualquier bebida. ¿Y a quién se le ocurrió la genial idea de comercializar este producto? Retrocedamos en el tiempo: nuestro héroe se llama Don Rafael Molano y todos los días para endulzar su almuerzo se llevaba a su trabajo en la fábrica de Bavaria un trocito de bizcocho horneado por su esposa. El dulce se hizo tan popular que sus compañeros empezaron a hacerle encargos; los pedidos fueron aumentando y Don Rafael se dejó el trabajo y fundó su propia empresa. Había dado en el clavo: sacar el ponqué de bodas, bautizos y comuniones y venderlo como snack para todos los días. Bingo. 

Os dejo; voy a concentrarme a ver si me posee el espíritu de Don Rafael y se me ocurre una genial idea empresarial que solucione mi vida y la de todos mis descendientes. 

lunes, 9 de enero de 2012

La noche en Popayán

A la entrada de Popayán paramos en el Camino Viejo: llevamos todo el viaje relamiéndonos sólo de pensar en las deliciosas y crujientes empanaditas y tamales de Pipián que preparan en este restaurante de comidas típicas payanesas. Creo que pocas cosas me gustan más en Colombia que estas empanadas rellenas de un puré hecho de patatas coloradas y aderezado con maní tostado y molido, ajo, huevo duro picado, tomate, cebolla y achiote que es un colorante natural. Son tan pequeñas y están tan ricas que no puedes parar de comerlas, mejor si las acompañas con ají de maní y de piña.  Menudo festín nos damos; ni me acuerdo cuántas me llego a comer. Muchas, de eso estoy segura.

Es hora de patearnos Popayán, para algunos la ciudad más bonita de Colombia -muy conocida por su Semana Santa-, fundada en 1536 por el español Sebastián Belalcázar y en la que han nacido nada más y nada menos que quince presidentes de la República. Todo en Popayán es blanco, o casi todo, y hasta hace nada se pensó que así había sido desde tiempos coloniales. Pero estaban equivocados: con el terremoto de 1983 aparecieron pinturas murales en varias fachadas del centro histórico, dando al traste con el apelativo de "Ciudad blanca", arrastrado durante años y años. Ha costado más de una pelea pero al final se ha decidido recuperar los ocres, azules claros y amarillos de la auténtica ciudad colonial.

Paseamos entre iglesias, casonas y monasterios. Nos colamos en el museo dedicado al escultor Edgar Negret, levantado en la casa donde nació. Vemos la vida pasar en el Parque Caldas y nos hacemos fotos en el puente del Humilladero, construido en 1873 sobre doce arcos de ladrillo y calicanto. ¿Y sabéis de dónde le viene el nombre? Antes de su construcción existía una falla que hacía extremadamente difícil, por no decir casi imposible, la subida al centro. Los que la escalaban lo hacían casi que en cunclillas pretendiendo llegar al otro lado de la ciudad. Muchas veces la subida era de rodillas, por la inclinación de la pendiente. Toda una "humillación".

Cae la noche, se encienden los farolillos y es entonces cuando de verdad caigo rendida a los pies de esta ciudad.

viernes, 6 de enero de 2012

Entre samanes y caña de azúcar


Salimos a media mañana; queremos llegar a Popayán antes del atardecer. Dejamos atrás el bullicio y el calor de Cali  para encontrarnos unos kilómetros después en pleno Valle del Cauca. El paisaje transforma mi energía. Me relaja. Ya no hay letreros luminosos, ni casas, ni puestos de comida. Tan sólo plantaciones y plantaciones de caña de azúcar. Me admira la fertilidad de esta bella tierra. Todo es verde a mi alrededor.

Seguimos a marcha tranquila nuestro viaje. Germán conduce; a su lado, Marina lo acompaña. Detrás Fran y yo disfrutamos en silencio del paisaje. Suena música clásica. Los samanes salpican el Valle. Me sobrecogen estos gigantescos árboles -a los que llaman de lluvia-, de amplias copas que tanto me recuerdan a las ceibas africanas. Dan ganas de saltar del coche y abrazarlos.

Cruzamos el CaucaTrae mucha agua. Por algo es uno de los ríos más grandes de Colombia. Todo se llena de frondosos guaduales, básicos para la construcción en esta zona el país y con los que también se hacen artesanías y muebles.  Los caballos y las vacas pacen a sus anchas. La tierra es rojiza y hay agua por todos lados.

Comenzamos a tomar altitud y nos despedimos del Valle. Aparecen los primeros pinos. Y al rato, los plataneros y las plantas de café que se siguen cultivando de forma totalmente artesanal, transmitida de padres a hijos. 

Hacemos un alto en el camino. En el pueblo de Pescador calmamos el hambre con unos deliciosos pandebono y un tinto. Con el estómago más que satisfecho proseguimos nuestro viaje. Tan sólo una hora más de carretera nos separa de Popayán, la ciudad blanca. 

miércoles, 4 de enero de 2012

El bombín de los misak

Es martes, día de mercado y de reunión en Silvia de los indígenas misak a los que los españoles llamaron en su día guambianos. Una bellísima y solitaria carretera nos sube hasta este pueblecito del Cauca colombiano, a 2.600 metros de altitud y literalmente encajado entre verdes e imponentes montañas. Por algo la llaman "La Suiza de América". Llovizna y en nuestro coche suena el sitar de Ravi Shankar.  Disfruto y doy gracias a la familia Silva por este maravilloso viaje con el que empiezo feliz el nuevo año.

La actividad en el centro de Silvia es frenética. Hay gente por todos lados. Veo a los primeros misak y quedo fascinada con sus sombreros de fieltro y oscuro color, a modo de bombín, que llevan sin distinción hombres y mujeres. Me cuentan que atrás quedaron otros en forma cónica -tampalkuare-, confeccionados en fibra vegetal por los más ancianos. Me sorprenden también las faldas de paño azul - lusig- que con gracia visten los hombres y las amorosas y coloridas bufandas que calientan sus cuellos. Ellas pasean con sus chales azules y los enormes collares de chaquira blanca. Nos acercamos hasta el mercado donde venden chales, ruanas y gorros tejidos en rudimentarios y precolombinos telares de madera. Qué explosión de color.

El misak es un pueblo cien por cien agrícola y por ello tienen claro que a la madre tierra hay que mantenerla, protegerla, calentarla, bailarla, cantarla y siempre, acompañarla. Quien no piensa y vive en comunidad, quien no acompaña, quien no da a cada quien el derecho que le corresponde, no es guambiano. Esta es su filosofía. Conservan su lengua materna, llamada Wampi-misamerawam, y la consideran un factor fundamental de su identidad étnica y cultural.

Para los poco más de 21.000 misaks que habitan en Colombia -lo que representa el 3% de la población indígena nacional- en el principio fue el agua en las lagunas de las grandes montañas que corrió hacia abajo y formó el mar. Por eso son hijos del agua, la que brota bien fría en los páramos.

Tenemos que irnos. Me despido con la esperanza de regresar pronto y conocer mejor a este pueblo que sigue vistiendo a su manera y sin complejos como símbolo permanente de resistencia y distinción frente al mundo occidental y los demás pueblos indígenas. 

lunes, 2 de enero de 2012

Cenizas al espacio y ¡en cohete!

Y yo que pensaba que en esto de fallecimientos, entierros y demás historias se había inventado ya todo. Pues no. Hoy me entero que la Funeraria Betancourt de Medellín, en convenio con la agencia espacial norteamericana Celestis, ofrece un servicio para llevar las cenizas hasta la mismísima Luna si uno se empeña y lo paga, claro. ¿Negocio de locos? Pues no creo, la verdad, porque gente hay para todo.

Existen tres modalidades, dependiendo del presupuesto: Por 5 mil dólares dan un paseo cortito a un puñadito de cenizas por la estratosfera con posterior lanzamiento al mar. Por 10 mil dólares las cenizas terminan por los siglos de los siglos dando vueltas por el espacio en una cápsula que lleva una cámara apuntando a la Tierra para que los familiares puedan seguirle en todo momento la pista. Y si el cliente se rasca bien el bolsillo y está dispuesto a pagar 50 mil dólares se meten todas las cenizas en una caja y se llevan hasta la Luna donde las dejan reposar en paz después de tan largo viaje. No es broma. Para completar este novedoso servicio la familia del fallecido o fallecida puede plantarse en la mismísima base espacial para asistir al lanzamiento del cohete y asegurarse de que no hay trampa ni engaño y las cenizas son enviadas según lo pactado y pagado. ¿Alguien se apunta? Yo no, la verdad; para estos temas prefiero las ceremonias de toda la vida.