sábado, 30 de junio de 2012

La maloca y el mambeadero

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Mi avión me deja en Leticia, la capital del Departamento del Amazonas. Un taxi me lleva hasta la agencia, meto cuatro cosas en mi mochila, me calzo mis botas de caucho para la lluvia y el barro y directa para la selva, a pasar la noche en una maloca, la casa comunitaria indígena

Don Cayetano Sánchez me está esperando. Él es el “Abuelo Sabedor” de esta maloca de la etnia huitoto, el maestro espiritual, el dueño de la casa ceremonial, lugar de reunión y conocimiento. Llego al atardecer y su sobrino está triturando la hoja de coca que será mezclada con la ceniza de yarumo para ayudar a liberar los alcaloides y poder mambearla. El “Abuelo” me sienta a su lado en el mambeadero, el sitio sagrado de la maloca, representación del cosmos. Y yo que hace tan sólo unas horas estaba en Bogotá, rodeada de edificios, tiendas, ruido y coches y ahora me encuentro en este sitio perdido del mundo donde parece que el tiempo se ha parado y en el que no existe el teléfono, claro está, sino un instrumento de percusión de la época de Matusalén construido a base de palos y conocido como manguaré con el que envían mensajes de guerra y hasta de amor y con el que avisan a los vecinos de mi llegada. Yo en mi vida había visto mambear la hoja de coca así que os podéis imaginar la cara que se me queda cuando en medio de la oscuridad vislumbro a estos hombres medio desnudos con los mofletes hinchados, expulsando por la boca un polvillo verde y a los que no entiendo ni papa cuando hablan. Y haciéndole caso al refrán que dice eso de que allí donde fueres haz lo que vieres ni corta ni perezosa pruebo el mambe, el rape y el ambil, un extracto de tabaco, y escucho embobada las historias y cantos de esta gente que amablemente comparte conmigo su ancestral cultura y para los que la sagrada hoja de coca simboliza una bella mujer que los guía en el mundo del conocimiento y les ayuda a vencer la fatiga, el hambre y hasta el sueño. 

Tras pasar la noche en una hamaca, eso sí con mosquitera para evitar los picotazos y oliendo a fruta madura y caguana –bebida hecha de almidón de yuca y jugo de piña-, y reponer fuerzas con un desayuno con casabe –el pan indígena-, y tucupí, una salsa negra y picante extraída de la yuca, nos adentramos de nuevo en la selva. Uy qué cielo más negro, vamos a aligerar el paso. Pero ni corriendo nos libramos del tremendo aguacero que nos cae encima y del que nos resguardamos con unas enormes hojas de platanillo que cortamos y que nos sirven de paraguas. ¿Próximo destino? Puerto Nariño; os iré contando. 

Y de vosotros, ¿quién ha mambeado alguna vez? 

viernes, 29 de junio de 2012

Cali, siempre Cali

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En este enlace podéis leer el artículo sobre Cali que me ha publicado la compañía aérea Satena en su revista Volar. Espero que os guste. Yo guardo muchos buenos recuerdos de ese viaje y de esa ciudad a la que quiero tanto.

Aquí podéis ver más fotos que hice en Cali

jueves, 28 de junio de 2012

El Amazonas

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En el Amazonas he aprendido que en la selva no hay nada mejor que una hoja de platanillo para refugiarte de la lluvia, que la corteza del laurel sirve para curar las picaduras de escorpión y las mordeduras de araña, lo que son los ticunas, los huitotos y los bora, cómo se vive en una maloca, lo nutritivos que son los jugos de copoazú, que a los indígenas no les gusta el arroz sino la fariña hecha a base de yuca, a distinguir entre el trinar de un mochilero y un azulejo, lo bien que se navega por el río en un peque-peque y tantas y tantas cosas. He mambeado la hoja de coca con la ceniza de yarumo, probado el rape, navegado por el Amazonas, pescado pirañas, dormido sobre un árbol en plena selva y a 40 metros de altura, he conocido a un chamán, me han picado los mosquitos y me he dado cuenta de la importancia que tiene para el indígena la comunidad y su familia. Pero lo más importante es que he vuelto a comprobar que no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita

Y mientras pongo en orden mi cabeza y trato de descifrar mi cuaderno de notas para contaros mi viaje, os dejo algunas de las fotos

jueves, 21 de junio de 2012

Laura y su taller de té


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¿Y por qué un taller de té? "En la India aprendí que uno se encuentra a sí mismo en la quietud, así que decidí parar después de doce años viajando y viviendo por medio mundo, regresar a Bogotá, mi ciudad, y montar este sitio con el que quiero promover la vida tranquila, la charla entre amigos y el disfrute del tiempo". Quien me cuenta esto se llama Laura Cahnspeyer, es compañera en el programa Official Blogger de Proexport, consultora turística, profesora de yoga y dueña del Taller de Té, un precioso sitio en el barrio de Chapinero Alto (Calle 60A No. 3A-38), en Bogotá, muy cerca de mi casa y que ayer conocí.

Laura me recibe con un aromático y suave té blanco Bai-Mu-Dan y otro frío preparado con flor de Jamaica y menta. ¿Y qué más se puede encontrar en la carta de este sitio ideal para escapar del caos de esta ciudad donde además se organizan talleres y charlas? Pues hasta 50 bebidas entre infusiones y tés llegados de China, Japón, India, Sri Lanka y Taiwán que Laura se encarga en muchos casos personalmente de mezclar y que pueden comprarse para llevar a casa. ¿Qué te parece un Punjabi Chai, una seductora mezcla de té negro, especias, rosas y almendras tostadas, o un LevitanTé, té negro aromatizado con flores de lavanda, jazmín y bergamota, ideal para relajar y concentrar la mente? ¿Y un Genmaicha, excelente digestivo a base de té verde bancha mezclado con arroz integral, o el Encanto floral, mezcla de té blanco, rosas, jazmín y lavanda? Si hace buen día puedes tomarte tu bebida en la encantadora terraza que tiene el local. Y si cae la noche y te da frío pues a abrigarte toca con una de las confortables mantitas que reposan en las estanterías juntos a las tazas, teteras, mermelada y especias que están a la venta. Todo son detalles.

Laura estuve dos meses recorriendo de cabo a rabo jardines de té de India y Sri Lanka donde antes no había entrado ningún extranjero. Y allí aprendió todo el proceso de esta bebida milenaria. ¿El secreto de un buen té Laura? Dónde y con quién se comparta. ¿Y tu próximo viaje? China, me esperan 5.000 años de tradición de té. Mucha suerte y felicitaciones por este rincón tan especial.

miércoles, 20 de junio de 2012

Oooooooh


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El viernes por la mañana estaré en el aeropuerto de Bogotá esperando mi vuelo a Leticia, capital del Amazonas colombiano. ¿Contenta? ¡Estoy feliz! Y no es para menos: a cualquiera que le guste viajar seguro que tiene este destino entre sus favoritos; yo soñaba con ir a la selva desde muy pequeñita cuando veía en casa de mis abuelos, los sábado después de comer, en blanco y negro y sin pestañear, las películas de Tarzán, Jane, Boy y la mona Chita. Tuve que esperar unos cuantos años pero al final conseguí pisar la selva primero en Malasia y luego en Africa. Y dentro de poco, en Colombia

Ahora ando preparando mi equipaje. La mochila es la misma con la que viajo hace más de quince años. ¿Que por qué me gusta tanto? Porque pesa poco y además se abre totalmente no como esas que sólo tienen abertura por arriba y para sacar unos calcetines del fondo tienes que deshacer todo y te vuelves medio loca. A mí me gusta viajar con poca cosa y aún así muchas veces me sobra la mitad de lo que me llevo y eso que tengo un truco que me enseñó mi amigo Eduardo: cuando ya creo que tengo la maleta preparada vuelvo a revisar si realmente necesito todo lo que llevo y seguro que algo se queda en tierra. Para este viaje poca ropa pero cosas imprescindibles como un jabón recomendado por mi amiga Ewa de nombre No pikex y remedio infalible contra los mosquitos siempre y cuando te lo apliques día y noche, el papel higiénico húmedo que lo mismo sirve, como dicen en mi pueblo, para un roto que para un descosido, el impermeable o una gorra para cuando pegue el sol. Lo mejor para andar por allí por eso del barro son las botas de agua -de caucho como las llaman por aquí; yo además me llevo unas chanclas para estar cómoda después de las caminatas ¿Qué más? Algo de abrigo por si  por las noches refresca, dos cámaras de fotos -la nueva que me he traído de España y una más pequeña-, porque allí no tendré dónde cargar las baterías y mi inseparable libretas de notas. Estoy lista para esta gran aventura. ¿Algún consejo? ¿Se me olvida algo?

De despedida, el célebre grito de Tarzán que a mí siempre me sonó a canto tirolés. Qué cosas...


martes, 19 de junio de 2012

"Los cachacos emplumaos"


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Hoy me he levantado muy temprano a meditar; he regresado de España con el firme propósito de hacerlo cada mañana. Y mientras trataba de concentrarme en mi respiración, tarea por cierto nada fácil, he oído a lo lejos el trinar de un grupo de pájaros que he supuesto copetones, el ave insignia de Bogotá y que podéis ver en este precioso dibujo de Francisco Rivero Mendoza que he encontrado por internet.

Dicen los expertos que los copetones están huyendo de la ciudad, que no soportan el avance urbanístico, la contaminación, la tala de los árboles y que además el ruido les impide, entre otras cosas, reproducirse ya que el macho corteja a la hembra a través del canto. Pobrecitos y menuda faena que se vayan porque, además de alegrarnos la vista y el oído, son fundamentales en el proceso de dispersión de semillas y en el control de la superpoblación de insectos. 

Estos pequeños y tiernos pajaritos, muy parecidos a nuestros gorriones, no miden más de 15 centímetros, su nombre científico es Zonotrichia capensis, habitan en casi toda Sudamérica y siempre viven en pareja. Por favor, ¡hagamos algo ya para que estos "cachacos emplumaos" que están por aquí desde la época de los chibchas no nos abandonen! Plantemos árboles, controlemos el ruido, qué sé yo pero, por favor, tomemos cartas en el asunto para que sigan brincando por nuestros parques, farolas, terrazas y jardines, volando por las ramas bajas de eucaliptos y acacias y no se vayan a montes más altos como ya hicieron los extinguidos cóndores.

En este enlace podéis leer la poesía que le dedicó al copetón el poeta colombiano Nicolás Bayona Posada. Es muy bonita, de verdad, pero no la copio aquí porque es un poquito larga.


lunes, 18 de junio de 2012

El baile de Los Llanos


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Hasta ayer yo pensaba que el baile más rápido de toda Colombia era la salsa de Cali pero después de haber estado este fin de semana en Villavicencio, entrada a los Llanos Orientales, y haber visto a qué velocidad mueven los pies los bailarines de joropo ya no lo tengo tan claro.

Para quienes no lo sepáis un joropo además de un baile es un género musical y una fiesta como dios manda. Sobre el origen del nombre hay mil y una hipótesis: que si viene del vocablo árabe xalop que significa jarabe, que si es una palabra inventada por los campesinos... Qué más da; lo que sí os puedo decir es que es un baile precioso con el que el llanero demuestra su gallardía ante una mujer a la que nunca suelta y que coquetamente se deja seducir.

Y como todo baile que se precie esto del joropo tiene su truco claro: el hombre solo zapatea cuando repica el arpa o la bandola llanera mientras que la mujer exhibe su gracia y su elegancia con el escobillao, un movimiento con el que los pies frotan ligeramente el suelo pero eso sí a una velocidad de rayo. También se dice por ahí que lo del taconeo le viene de herencia flamenca. No sabría qué deciros. Lo que sí que tengo claro es que si nos hubiéramos enterado antes de que dentro de dos fines de semana se celebra en Villavicencio el Torneo Internacional del Joropo, con "Joropódromo" incluido y más de 3.000 parejas bailando por la calle  a buen seguro hubiéramos pospuesto hasta entonces nuestro viaje. Una curiosidad: Y a vosotros, ¿qué baile folclórico os gusta más? Mientras os pensáis la respuesta podéis ver más fotos si os apetece en este enlace

domingo, 17 de junio de 2012

Pero qué rumba tan bacana

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El que veis en la foto se llama Humberto Pernett, es uno de mis músicos colombianos preferidos y tuve la suerte de conocerlo en Cali donde le hice la foto mientras esperábamos a que Chocquibtown saliera al escenario. Lo primero que le pido cuando lo tengo delante es que le ponga un nombre a su música: pancaribeña, me dice. Suena bien. A mí también me gusta la definición de folclore progresivo que he leído por ahí. Y lo segundo, que me hable de su vida, de sus inicios, sus proyectos. Ahí va su historia.

Supongo que si yo hubiera nacido en Barranquilla, rodeado de músicos y discos y con una tía abuela como la gran artista y reina del Trópico Carmencita Pernett, yo también me hubiera dedicado a la música como Pernett que ya con 9 años hacía remixes de Totó la Momposina con su grabadora y una organeta. Si es que el que es artista es artista. Pasaron los años, llegaron los estudios de música en Bogotá y vuelta a casa a buscar la fórmula mágica con la que triunfar. Horas y horas inventando, componiendo y tocando en el garaje de la vivienda familiar hasta que un día alguien pasó por allí y le dijo: qué vaina tan bacana brother. Había dado en el clavo. Llegaron los primeros discos, los conciertos, los premios. Su música se oye ahora en medio mundo.

¿Qué se necesita para hacer música?, le pregunto: "Como me dijo una amiga, una buena canción, una buena canción y una buena canción", me contesta. Tú ya tienes varias. Ahora soy el dueño de mi música -me dice- y he encontrado lo que buscaba. Y yo, y muchos, feliz de poder disfrutarla. Muchas gracias.

¿Conocéis la música de Pernett? ¿Qué os parece? Aquí os dejo uno de sus temas.










miércoles, 13 de junio de 2012

Heng / La Duración


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Tenía 20 años y vivía en Madrid. Recuerdo que era lunes y mi padre apareció con un regalo: una caja azul y un grueso libro de tapas negras. La caja contenía cincuenta varitas de milenrama que había recogido en una rambla cercana a nuestra casa familiar de Murcia, puesto a secar al sol y cortado una a una para que todas fueran iguales. El libro era el I Ching. Durante días me enseñó a consultar este antiquísimo libro oracular chino, a dividir y contar una y otra vez con atención, mimo y paciencia los tallos de milenrama, a descifrar los 64 hexagramas y a seguir sus consejos y enseñanzas para buscar mi armonía con el cambiante fluir de las corrientes universales. Durante años pregunté al I Ching por amores, viajes, proyectos, sueños, amigos y siempre obtuve respuesta del Anciano Sabio. Pasó el tiempo y el libro quedó olvidado en una estantería hasta que hace unos días volvió a caer en mis manos. Estaba él pero no la mileranma con la que se consulta el oráculo así que esta vez fuimos juntos mi padre y yo a recogerla cerca de casa. Siguiendo sus indicaciones la dejé secar al sol durante horas y luego, como hizo él hace años, la limpié y corté una a una hasta conseguir los cincuenta tallos.

Esta mañana, en pleno Mediterráneo, he vuelto a dividir hasta dieciocho veces en dos montones los tallos de la planta, a pasármelos de una mano a la otra, a acariciarlos. Y del complejo sistema de números resultante he obtenido mi hexagrama que veis arriba que se llama Heng y que se traduce como La Duración. ¿El dictamen? Éxito, no hay falla, es propicia la perseverancia, es propicio que uno tenga a donde ir. ¿La imagen? Trueno y viento, la imagen de la duración, así el noble permanece firme y no modifica su rumbo. Por último, un consejo: pretender la duración demasiado pronto acarrea persistente desventura. Lo tengo decidido: mi I Ching viajará conmigo el sábado en el avión a Bogotá; hemos estado demasiados años separados.

Y de vosotros, ¿quién ha consultado alguna vez el también llamado Libro de las Mutaciones?

martes, 12 de junio de 2012

El Hornillo


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Esta foto la he hecho esta mañana en Águilas, localidad costera de Murcia donde estoy pasando unos días antes de volver a Bogotá. Lo que veis en primer plano es el embarcadero de mineral del Hornillo y al fondo, la Isla del Fraile. El mar, el Mediterráneo

La verdad impone, y mucho, acercarte a esta mole de acero y hormigón que fue inaugurada el 18 de agosto de 1903 y que en 1918 llegó a ser el segundo embarcadero más importante de España con un tráfico superior a las 800.000 toneladas anuales. ¿Toneladas de qué? Del mineral que se extraía de la vecina Sierra de Bacares

¿Y a quién se le ocurrió construir este cargadero que se levanta en la bahía del mismo nombre? El tipo era inglés, se llamaba Gustavo Guillman y eligió muy bien el sitio porque esta bahía es muy profunda y protegida de los vientos de Levante y muy cerquita, además, se levantaba la estación de trenes donde llegaba el mineral. En el 68 dejó de funcionar y hasta hoy.

Ahora nos vamos de paseo por Aguilas; nos han dicho que el Ayuntamiento de estilo neomudéjar es muy bonito y que también hay algunas edificaciones modernistas que merecen la pena. Pero la verdad, lo que más me apetece es la cena que nos vamos a dar a base de pescadito y otras delicias mediterráneas. Mañana os lo cuento. Mientras os dejo con una foto del embarcadero cuando funcionaba a pleno rendimiento. 

domingo, 10 de junio de 2012

Desde China hasta Murcia con amor


De pequeña yo tenía una caja de zapatos agujereada a conciencia con la punta de unas afiladas tijeras para que entrara el aire. Dentro vivían mis gusanos de seda a los que cuidaba y alimentaba con la misma cara de felicidad que los chinitos de abajo con las hojas de la morera que todavía sigue en pie cerca de la que entonces era nuestra casa. Impaciente esperaba días tras día que estos animalillos tejieran sus capullos de los que casi un mes después, y como por arte de magia, salían unas mariposas como la que veis en la foto y que mi madre, claro está, detestaba a pesar de que ella también tuvo en sus años de colegio en Valencia su caja de zapatos.

Pero no os penséis que yo era la única; hace años en mi ciudad, todos los niños, o casi todos, tenían sus gusanos de seda. ¿Y de dónde nos viene esta afición? Aunque las primeras referencias de su cultivo datan del siglo VIII no fue hasta el XVIII y el XIX cuando la seda se convirtió en el pilar básico de la economía de Murcia. De cuidar los capullos con mimo y atención, como hacíamos nosotros, se ocupaban entonces en sus casas las mujeres y niños. Fuera, torcedores, tejedores, cordoneros, toqueros, pasamaneros y tintoreros hacían el resto. Fábricas de seda las hubo en mi ciudad, y llegaron a ser las más importantes de España, pero las epidemias y la fuerte competencia extranjera, sobre todo italiana, acabaron con ellas. Actualmente la seda se cultiva en Japón y China pero la mía, junto a Canarias, sigue siendo la única comunidad española en la que quedan pequeños productores de seda natural. 

Investigando para escribir esta entrada me he enterado que la seda se descubrió en China hace la friolera de 4.000 años. Su cultivo se guardó en secreto y bajo siete llaves hasta que Justiniano, entonces emperador de Constantinopla, envió al lejano Oriente a dos espías disfrazados de monjes quienes consiguieron sacar escondidos en sus bastones algunos huevos de gusano eso sí, arriesgando sus vidas. Y desde allí, desde China, hasta Murcia con amor.

¿Quién de vosotros ha tenido su caja de zapatos llena de gusanos de seda?


viernes, 8 de junio de 2012

El pastel de carne

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Los árabes llegaron a mi tierra Murcia allá por el siglo VIII y aquí se quedaron hasta que fueron expulsados en el XIII por Jaime I y su suegro el rey Fernando III que de santo tenía bien poco, aunque la historia se empeñe en decirnos lo contrario. De ellos aprendimos, entre otras cosas, a aprovechar para nuestras huertas el agua del río Segura a través de un complejo e inteligente sistema de regadío formado por acequias, azudes y norias que todavía conservamos, nos legaron bellas y sonoras palabras como alcantarilla o alberca, grandes pensadores como Ibn Arabi, y las maravillas de los baños termales.

Aquí en Murcia seguimos, como nos enseñaron, cocinando con hiebabuena y comino nuestros platos de cuchara, metiendo al horno los corderos acompañados de aceitunas y los pollos con mucho limón, haciendo todo tipo de recetas con berenjenas y calabacines, endulzando nuestros postres con delicias como el alajú, el alfajor y el paparajote. Pero si hay algo que me gusta de todo lo que nos dejaron de herencia estas refinadas gentes del norte de África es el pastel de carne tan apetecible como el que veis en la foto y que sabe mejor acompañado de una cerveza helada. Los murcianos tomamos pasteles de carne a todas horas y en cualquier celebración. Muchos son los que los preparan siguiendo la antiquísima receta pero yo me quedo con los que hace Bonache, pasteleros desde 1828 y que todos los domingos, cuando éramos pequeños, mi madre compraba y nosotros devorábamos. Tantos pasteles de carne se comían en Murcia en el siglo XVII que el rey Carlos II mandó redactar unas ordenanzas para vigilar qué carne se utilizaba y castigar con el destierro si fuera preciso al que se le ocurriera ponerle cualquier cosa. Ahora se preparan con ternera, chorizo, huevo duro, jamón y ese inconfundible y crujiente hojaldre. Pero mejor os dejo un vídeo para que veais cómo se hacen. Y de vosotros, ¿quién ha probado el pastel de carne?



jueves, 7 de junio de 2012

1 año


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Ayer  hizo un año que llegué a Bogotá con una maleta con poca ropa pero con muchas ganas. El aniversario me pilló en Murcia así que lo celebré  en casa rodeada de amigos con una botella de buen vino español. A mi vuelta a Colombia descorcharé otra de champán. ¿Y qué he aprendido en estos doce meses? Mucho: a pelar como dios manda un aguacate, que lo mejor es empezar el día con un jugo de guanábana, lo qué es el soroche y el guayabo, a distinguir a un cachaco de un costeño, no dar papaya, que existe una playa que se llama del amor, a bailar cumbia, que las arepas con queso me saben a beso, a llamar desde un celular, lo qué es una fiesta de 15 años, a preparar un ceviche con maracuyá, que además de Hollywood existe Caliwood, a qué sabe un cholao, lo bonito que es Barichara, que el paraíso se llama San Andrés, que la mojarra se come y se baila y que Medellín también existe. He descubierto, además, la hospitalidad colombiana, que el chigüiro es el roedor más grande del mundo, lo que son las onces y las medias nueves, los buñuelos de arequipe, que con guadua se pueden levantar hasta catedrales, lo calentitas que son las ruanas, lo bien que me sienta a cualquier hora una aromática, la leyenda de la Llorona y la Patasola, que el sietecueros es el árbol más bonito que he visto en mi vida, que un corrientazo es algo más que una descarga eléctrica y tantas y tantas cosas más.

Pero lo más importante es que me he dado cuenta de que nunca es tarde ni se es mayor para cumplir un sueño.

martes, 5 de junio de 2012

Viejas trampas


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Lo que veis en la foto -que por cierto no la he hecho yo sino Manuel Zamora Bernal- se llama encañizada y es un sistema artesanal de pesca que se utiliza desde hace cientos de años en el Mar Menor, ese mar pequeñito del que os hablé ayer que está en Murcia y donde he pasado gran parte de mi infancia. Cuentan que fueron los árabes los primeros que utilizaron este sistema de laberintos circulares hecho con cañas y redes en el que los peces entran pero no saben salir y ahí se quedan hasta que los pescadores llegan para sacarlos con un salabre, el artilugio que también aparece en la foto y que yo de pequeña llevaba conmigo a todas partes para pescar cangrejos, gambas y todo lo que se me ponía por delante.

Hasta comienzos del siglo XX funcionaron a todo gas en el Mar Menor cuatro encañizadas de las que se sacaban miles de kilos de pescado. Pero no os penséis que estaban colocadas en cualquier sitio, de eso nada monada; aprovechando los movimientos migratorios naturales de los peces estos laberintos se asentaban justo en medio de las llamadas golas, los pasos naturales que comunican los dos mares y por los que en verano el pescado sale buscando las aguas más frías del mar abierto mientras que en invierno, huyendo del mal tiempo y los temporales, vuelve a las tranquilas aguas del Mar Menor, ideales además para el desove. En 1995 la encañizada de La Torre se puso de nuevo en marcha y es la única que funciona en todo el Mediterráneo. Si venís por aquí la podéis ver desde el mar o bien acercaros hasta ella por un agradable sendero a pie o en bicicleta ¿Y qué se pesca en estas encañizadas? Sobre todo doradas, galupes, galúas y mújoles cuyas huevas se dejan secar obteniendo un exquisito salazón según una antiquísima receta, pero eso ya os lo contaré otro día. Mientras tanto os dejo una foto de este manjar para que se os vaya haciendo la boca agua y otra de mi padre (el de enmedio) y sus amigos de paseo por la encañizada de La Torre.

Antes de irme, una pregunta: ¿Quién de vosotros había oído hablar de las encañizadas?

lunes, 4 de junio de 2012

La mayor piscina del mundo


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Los reyes árabes tomaron este mar en miniatura como residencia veraniega; el rey Felipe II amó sus aguas tranquilas y dormidas; Esther Williams, la bella nadadora olímpica y estrella de Hollywood, lo definió como la mayor piscina del mundo después de zambullirse en él en pleno invierno y salir tan pancha. Es el Mar Menor, la mayor laguna de agua salada de toda Europa con sus veinticinco kilómetros de largo por doce de anchura y está en Murcia, la región de España donde nací y a la que he vuelto desde Colombia, donde ahora vivo, a pasar unos días. Tan sólo una estrecha franja de tierra -La Manga del Mar Menor la llaman, antes sólo dunas, ahora ferozmente urbanizada- separa este paraíso naútico del Mar Mediterráneo.

Este fn de semana he recorrido con mi familia este mar de arriba a abajo, de abajo a arriba y mientras navegábamos me he llenado de recuerdos: las horas y horas a remojo que pasé en sus calentitas y tranquilas aguas, los cangrejos que pescabamos en septiembre y a cientos desde la orilla, la casa de mis abuelos, los paseos a vela, los helados de cada tarde, los churros para desayunar, las primeras fiestas y los primeros amores, el cine de verano, las excursiones en bici, mis amigos. Ahora vivo lejos y me hice mayor, pero cuando veo a mis sobrinas Lucía y Arancha jugar en la misma playa en la que yo jugué pienso la de aventuras que les quedan por vivir en este paraíso en el que durante tantos años fui tan feliz.

Podéis ver más fotos del Mar Menor aquí.

viernes, 1 de junio de 2012

Cómo sobrevivir a un vuelo transoceánico sin morir en el intento

Desde anoche estoy más feliz que una perdiz con mi familia en Murcia pero llegar desde Bogotá hasta aquí no es ningún camino de rosas por lo que ahí van algunos de mis trucos para hacer el viaje entre nubes más llevadero.

Lo primero es reservar el asiento en la web. Las compañías no te dejan hacerlo hasta 24 o 48 horas  antes de la salida así que hay que estar muy pendiente. Yo he tenido la inmesa suerte de que mi amigo Jorge -que tiene un master en esto de compañías aéreas de todo lo que ha viajado- se ha encargado de hacerlo por mí, consiguiéndome una butaca en salida de emergencia y además en la parte de delante del avión por lo que he volado como una marquesa, con las piernas bien estiraditas y durmiendo todo el camino a lo que ha ayudado claro la botellita de vino que me he pedido para la cena. Resultado: he llegado mucho menos cansada que otros viajes.

Yo siempre pido comida vegetariana y no es que no coma carne sino que la que dan en el avión parece prefabricada y además no sabe a nada. Pero lo que no he tenido en cuenta es que los de Iberia deben pensar que los vegetarianos sólo comen alfafa así que en este vuelo me han servido un mísero plato con dos trozos de calabacín y un poco de espinacas. Resultado: casi me muero de hambre mientras veo deborar un suculento plato de pasta a la que va a mi lado.

El avión parece un congelador así que mejor ir bien abrigado si no quieres morir petrificado y ojo con viajar con ropa oscura porque las mantas -por lo menos las de Iberia- sueltan unas pelufas horribles que se te quedan como bichos pegadas. Las pantallas que hay por todo el avión y que te dicen cuánto falta, a cuántos metros de altitud estamos, a qué velocidad vamos y no sé cuántas cosas más me ponen de los nervios; para viajar tranquila mejor ni mirarlas.

Si no tienes ganas de hablar y te toca algún pesado o pesada a tu lado lo mejor es hacer lo que hacía mi abuelo, que en paz descanse, cuando viajaba: Buenos días, me llamo Luis de Velasco, soy médico, vivo en Valencia, tengo cinco hijos y ningunas ganas de hablar y muchas de leer. Y así el tema quedaba zanjado. Y si no tienes mucha prisa ¿por qué no enrolarte en un mega yate y cruzar a vela el Atlántico?

Bromas aparte, y tú, ¿cómo sobrevives a un viaje transoceánico sin morir en el intento?