lunes, 1 de agosto de 2011
San Rufino José Cuervo, ¡apiádate de nosotros!
A los 19 años ya hablaba y escribía las lenguas clásicas, sabía árabe, hebreo y sánscrito. Llegó a conocer 32 idiomas, fue investigador de dialectos antiguos y, según Menéndez y Pelayo, el "filólogo más grande de la lengua española que produjo el siglo XIX". Pero a él siempre le gustó presentarse en los círculos académicos con una tarjeta de visita que decía: "Rufino José Cuervo, cervecero".
¿Y cómo eso? Pues porque este ilustre bogotano, del que precisamente este año se conmemora el centenario de su muerte en París, además de ser el autor del monumental “Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana", montó junto a su hermano la primera fábrica de cerveza de Colombia.
Esta es la historia. A los 21 años, con su amigo Miguel Antonio Caro, Rufino escribió una excelente gramática latina y a los 22, ya sin ayuda, "Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano". Con 23 años su padre, que llegó a ser vicepresidente de la República, murió y ante la difícil situación económica en la que quedó la familia, decidieron montar una fábrica de cerveza. Y lo hicieron en su propia casa -que se puede visitar en el barrio de La Candelaria de Bogotá- con la cebada que trajeron de la finca familiar. Ángel, el hermano, fabricaba la cerveza; Rufino José cobraba y llevaba la contabilidad. La Cerveza Cuervo, la primera fabricada en Colombia, se vendió durante 14 años y los hermanos lograron hacerse con el 80 por ciento del mercado bogotano con sus cervezas "Pale ale", "Excelsior ale", "Porter" y "Bitter ale".
Con 36 años, tras vender la fábrica y embolsarse una buena cantidad de dinero, nuestro protagonista marchó a París para nunca más volver. Y allí dedicó los últimos 29 años de su vida a reconstruir la historia y el uso de la lengua española, letra por letra, palabra por palabra en su "Diccionario" del que consiguió publicar dos tomos de la A a la D y dejó las bases con las que los lexicógrafos colombianos armaron seis tomos de la E a la Z.
Un loco y un santo. Así habla de él Fernando Vallejo, escritor y gramático colombiano, quien nos deja estas palabras: "¡Qué bueno que te moriste, Rufino José! No habrías resistido el adefesio en que te convirtieron el idioma. Pretendiste apresar en siete tomos todo el caudal de tu idioma. Imposible. El idioma es como un río que no agarra nadie. El río fluye y se va. El idioma es fugaz, deleznable, cambiante, pasajero, traicionero... Los idiomas cambian, se empeoran... Nos putiaron el idioma... San Rufino José Cuervo Urisarri que desde el cielo nos estás viendo, ¡apiádate de nosotros!”.
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