De verdad, no os podéis ni imaginar cómo me hubiera gustado haber celebrado mi fiesta de cumpleaños por mis 15 años en Colombia. Aquí lo hacen por todo lo alto porque, claro, es el paso de niña a mujer. Me imagino vestida con un modelazo bien escotado entre novia y princesa como el de la foto, subida a unos buenos tacones, con las joyas de mi abuela, peinada como para una boda, rodeada de mis amigas con sus trajes de damas de honor, bailando un vals con mi padre, los mariachis cantándome eso de "Mi niña bonita" y todo el mundo llorando de emoción a lágrima viva. Linda escena.
Los aztecas y mayas ya celebraban esto de "Los Quince". Luego llegaron los españoles e introdujeron a la fiesta una misa. Y en el XIX, el emperador de México, Maximiliano, y su esposa Carlota, se inventaron lo del vals. Y así quedó la cosa.
Desde entonces, esta fiesta cumple todo un ritual que empieza en la iglesia donde la quinceañera da las gracias a Dios por las bendiciones de su niñez y pide que le vaya todo bien en el futuro. Ya en el salón de celebraciones y a ritmo de vals se inicia la gran rumba en la que hay de todo, hasta una coreografía montada por la protagonista y sus amigos, DJ u orquesta, según las preferencias y, por supuesto, la tradicional tarta.
Y alrededor de todo esto os podéis imaginar que hay montado todo un negocio. En internet hay miles de empresas que te organizan la fiesta de tu vida. Sueño con volver a tener 15 años para sentirme princesa por un día.
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