Como murciana que soy me encanta la lechuga y si es rizada y recién cogida de la huerta, mejor que mejor. Pero de la que os voy a hablar hoy ni se come, ni se toca y hay que conformarse con mirarla, eso sí, con los ojos bien abiertos para que no se escape ningún detalle.
"La Lechuga" es el nombre con el que se conoce popularmente la Custodia de la Iglesia de Santiago de Bogotá, exhibida en el Museo de Arte Religioso del Banco de la República. Y le llaman así por el color verde intenso de sus ¡1.468 esmeraldas! y el esmaltado del ángel que sostiene el refulgente sol. Yo la vi el otro día y casi me caigo de espaldas porque además de las esmeraldas la pieza, que mide 80 centímetros de alto, tiene 1 zafiro, 13 rubíes, 28 diamantes, 62 perlas barrocas, 168 amatistas, 1 topacio y 4.902 granos de oro. ¿Qué os parece?
Siete años -entre 1700 y 1707- tardó en fabricarla el español José de Galaz ayudado por dos orfebres y por encargo de la Compañía de Jesús de la Hidalga Villa de Santa Fe de Bogotá. Por eso, también se conoce como la Custodia de los Jesuitas. Costó hacerla 1.100 pesos -equivalente a unos cien mil dólares de hoy-, más la alimentación de los que trabajaron en ella. En esta cantidad no estaban incluidos los materiales pues solamente el topacio costó 400 pesos, unos cuarenta mil dólares. El día de su entrega el 16 de julio de 1707, Galaz la tasó en 20 mil pesos, unos dos millones de dólares.
Cuenta la leyenda que los jesuitas mandaron fabricar la custodia para esconder las piedras preciosas que no habían sido declaradas a la Corona. Ellos, claro está, siempre lo negaron. Hasta 1767 estuvo exhibida en la Iglesia de San Ignacio pero cuando Carlos III decretó la expulsión de los jesuitas comenzó el misterio de su paradero. Unos aseguraron que había sido vendida a un coleccionista norteamericano; otros que permanecía escondida en los sótanos del Colegio de San Bartolomé de Bogotá y hasta se habló de que fue a parar al Vaticano. Algunos se atrevieron a asegurar que existía un duplicado vendido como original al Banco de la República de Colombia. Lo cierto es que en 1985 éste pagó 413 millones de pesos (unos 3,5 millones de dólares) por ella. La verdad, no sé si les dieron gato por liebre pero merece la pena acercarse a verla. Es una verdadera maravilla.
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