La de foto soy yo. ¿Y dónde estoy? En pleno Amazonas, a casi 40 metros de altura. ¿Y qué diablos hago ahí? Vivir una de las aventuras más increíbles de mi vida. ¿Tienes cinco minutos y te la cuento?
Cristóbal y Edwin, guías de Selvaventura, la agencia que se encarga de mi viaje, me recogen en Leticia, trayecto en bus, caminata por la selva y ya estamos debajo del árbol en cuestión. Miro para arriba, dios mío pero esto está muy alto, ¿quién me ha mandado a mí meterme en este lío?, ¿de verdad tengo que subir todo eso? Horror, quiero volverme a casa. Pues no señorita, va a ser que no; aquí no hay marcha atrás. Edwin empieza a explicarme el funcionamiento del sistema de poleas y cuerdas que me va a ayudar a subir y conforme me va contando me empieza un temblor de piernas que ni para qué. ¡Mamá, ven a rescatarme! Mientras tanto, Cristóbal ya me ha colocado el arnés así que aquí no hay quien se escape.
Ok, de perdidos al río pero por favor vamos subiendo despacito que esto asusta al más pintado. Empieza la fiesta. ¿Mirar hacia abajo? Ni pensarlo. Polea arriba, polea abajo, empujón arriba, empujón abajo. Ya me queda poquito; pues menos mal porque las fuerzas me están empezando a flaquear y es que esto de cargar con mis 60 kilos de peso no es tarea fácil. Vamos, un último esfuerzo que ya llegas: Upaaaa ¡Lo conseguí! Ya estoy en la cima y feliz; el esfuerzo ha merecido la pena y ahora me siento la reina de la selva. Cristóbal y Edwin montan la tienda de campaña sobre la plataforma de madera donde vamos a pasar la noche; a mí no dejan ni moverme no vaya a ser que haga caída libre hasta abajo. Va cayendo la tarde y las vistas desde aquí arriba son impresionantes aunque menos mal que no sufro de vértigo ni nada parecido. Hay miles de ruidos a cual más extraño. Empieza a atardecer y me vuelvo loca haciendo fotos a esos increíbles colores del cielo. Ya es de noche, nos preparamos la cena, que por cierto me sabe a gloria, charlamos un rato y dormimos como podemos porque, para qué engañados, cómodos lo que se dice cómodos no estamos. Me despiertan los gritos de los monos aulladores que están como locos y unas aves que se llaman arrendajos y que imitan los sonidos de todo animal que se les ponga por delante. Recogemos el campamento y en tirolina nos tiramos hasta un árbol cercano. Guauuuuuuuuuu, qué sensación más increíble. Y ahora ya nos sólo lo más fácil; descolgarnos poco a poco y pisar tierra que ya va tocando.
Y a vosotros, ¿os gustaría subir a este árbol?
Podéis ver más fotos aquí
Y a vosotros, ¿os gustaría subir a este árbol?
Podéis ver más fotos aquí
Uf, qué aventura! Para mí un poco fuerte, soy demasiado comodona. Pero envidio esa flexibilidad (de mente y de cuerpo, jajaj) y ese espíritu aventurero que hace que no te pierdas experiencias únicas como esta. ¡Te felicito! Un beso, Ángela (Argentina).
ResponderEliminarBesos Ángela; la experiencia fue única; sobre todo me sirvió para superar algunos miedos...
EliminarNo tengo palabras para contarte la envidia sana que te tengo :-), disfruta!!! bsos
ResponderEliminarCuando vengas lo hacemos juntos.... Besos
EliminarTengo que regañarte Toya, ¿cómo es eso de Guauuuuuuuuu?
ResponderEliminar¡¡¡Por favor!!!
Era tu momento, tenías que haber gritado a todo pulmón ¡¡Ooooooooooooooh!! jajajajajaja
Bueno, dejando las bromas a un lado, te digo que ¡¡qué aventura!!, tus relatos hacen que mi mente se aproxime a esos momentos, los sonidos de los que hablas, los colores del atardecer...
¿Qué si me gustaría subir a ese árbol? ¡¡¡¡me muero de ganasssssssssss!!!!
Un abrazo fuerte.
Grité oooohhhhhhh pero estando allí. Lo de guauuuuuu es ahora, para contar lo impresionante que fue tirarme por la tirolina de un árbol al otro.
EliminarOjalá puedas subir a este árbol algún día
Abrazos
toya