Juan Luis y Omayra me dejan muy temprano en Barichara. Hace un día precioso, soleado. El cielo es mucho más azul de lo que os podáis imaginar. Camino sin rumbo fijo, no hay prisa; tengo toda la mañana para descubrir el que dicen es uno de los pueblos más bonitos de toda Colombia y del que tantas veces me han hablado.
Las calles son todas de piedra de color anaranjado y las viviendas, de baharaque -sistema de construcción a base de palos entretejidos con cañas y barro-, y de un blanco inmaculado. Puertas y ventanas están primorosamente pintadas de verde y azulado. Todo es colonial, muy limpio y cuidado. Refugiada del sol bajo mi sombrero de paja llego a la plaza principal donde se levanta la Iglesia de la Inmaculada Concepción y San Lorenzo Mártir, construida de la cabeza a los pies en piedra extraída de las canteras cercanas. En el interior, el techo es de madera y paja y el suelo de cerámica de cemento coloridamente adornada. En España a estas baldosas las llamamos hidráulicas y las aprendimos a hacer de los árabes. Mamá, esta iglesia te encantaría; ojalá pronto podamos volver juntas a visitarla. Hace un fresquito delicioso y el silencio y la sombra invitan al recogimiento. Es lo que hago sentada en uno de los bancos de madera mientras oigo a los lejos sonar la música que en Colombia está por todas partes.
Salgo por una de las puertas laterales y comienzo a andar cuesta arriba. Esta callecita está repleta de pequeños hoteles y decido entrar en uno de ellos, la Posada del Campanario, un lugar precioso, construido alrededor de un patio cuajado de hibiscus. Desde el mirador de arriba las vistas de la iglesia y de toda Barichara son impresionantes; hago miles de fotos.
Llego a la Iglesia de Santa Barbara -para mí la más bonita de todo el pueblo-, de piedra, estilo románico, una sola nave central con dos alturas, altar de madera pintado al estilo andaluz y un diminuto y coqueto campanario. Frente a su entrada principal hay una ceiba de casi 300 años. Me siento embobada frente a ella; pocos árboles tan grandes he visto en mi vida. Como hace tanto calor no paran de cantar las chicharras y los grillos y me vienen a la memoria los calurosos veranos de España. Ricardo ha venido desde Bogotá para decorar la iglesia donde esta tarde se celebrará una boda. Ha traído calas, rosas y margaritas que esparcirá por todo el suelo a modo de pasillo nupcial. Chicas, tomad nota; esta iglesia es un lugar precioso para casarse.
Enfilo cuesta abajo y no me resisto a entrar en la Fábrica de cocadas y cacaítos La Catedral. ¿Qué qué son los cacaítos? Unos dulces hecho con leche de cabra, cacao, panela, coco y limón. La dueña del establecimiento me muestra, además, el dulce de naranja, el de piña, el sabajón –una bebida preparada con arequipe y algo parecido a la crema de wisky- y no sé cuántas cosas más. Cargo mi mochila con todas estas dulces delicias. Al salir, miro calle arriba para contemplar desde otra perspectiva la que ya se ha convertido en una de mis iglesias preferidas de todas las que he visto en mis viajes. Antes de seguir caminando reparo en un cartel: “Se venden hormigas culonas tostadas”. Tengo que decir que probé hace unos días este típico plato del Departamento de Santander, al que pertenece Barichara, y, como dicen en España, no es santo de mi devoción. Vamos, que no me gusta nada de nada.
Callejeo y callejeo por este pueblo en el que parece que el tiempo se ha detenido; entro en una tiendita, en la otra. Hago fotos, curioseo por las ventanas. Todo en Baricharara es lindísimo y, de verdad, no estoy exagerando. Como hace tanto calor, y tengo que esperar a que vengan a buscarme, decido refugiarme en la Mercatienda Centro, toda una institución en el pueblo, donde puedes encontrar desde una cerveza helada –que es lo que me tomo nada más llegar- hasta un par de cotizas, las alpagartas típicas de los campesinos –muy utilizadas también en España-, que ahora todo el mundo gusta calzar y que para hacerlas más cómodas y menos resbaladizas las fabrican con suela de plástico y no de cuero de vaca como hace años.
Con Álvaro Vargas, el dueño del establecimiento, hablo del cabrito, la pepitoria y la carne oreada, platos típicos de Barichara; la chicha que elaboran una calle más abajo a base de maíz amarillo; las artesanías en piedra y del guarapo de canela otra bebida de la zona. Desde la mesa de al lado, Carlos identifica mi acento y me pregunta que dónde soy y, casualidades de la vida o causalidades qué sé yo- su madre vive desde hace años en Murcia, mi ciudad, donde trabaja como dentista. El es cocinero, de Bucaramanga, y ha venido con su novia Sandra a organizar su boda que se celebrará aquí en junio. Es un enamorado de la cocina y, claro, como no podía ser de otro modo, en España probó miles de platos de los que me enseña las fotos que guarda en su teléfono móvil, consiguiendo que se me haga la boca agua.
Charlo con Fabián y Gina que han viajado desde Bogotá a pasar el puente. No conocían Barichara y, como son jóvenes y les gusta la emoción, mañana harán rafting y torrentismo por la zona de San Gil, meca de los amantes de los deportes de aventura. Si tuviera más días y más tiempo los acompañaba. Juan Luis y Omayra me telefonean para decirme que ya están en la Plaza. Se acabo el paseo y regreso a la finca, donde paso estos días, perdidamente enamorada de Barichara.
Os recuerdo que ahora también podéis seguirme en facebook y regalarme un "Me gusta" en mi página de Colombia de una donde encontraréis más fotos de las que he hecho en Barichara. Mil gracias. Antes de despedirme, ¿quién de vosotros conoce Barichara y cuál es su rincón favorito de este encantador lugar?
Hola Toya :)
ResponderEliminarSi sigues así, mostrando tantos lugares hermosos, creo que el próximo viaje a Colombia se nos va a quedar corto, muy corto. :) :) :)
Gracias, lindas fotos, linda entrada.
Besos desde España con corazón colombiano.
Se os quedaré corto seguro el viaje! Colombia tiene mil sitios que visitar y descubrir
EliminarFeliz día!
Mira lo que es la vida, soy una barichara en Murcia. Me gusta mucho tu relato, me transporté a mi pueblito, a la paz que se siente en la iglesia y sentí en mi boca el sabor de los cacaitos y de las hormigas (a mi si me gustan). En mi concepto Murcia es una ciudad muy bonita, su clima es muy bueno la mayor parte del año y se tiene el privilegio de poder recorrer casi toda la ciudad a pie, sin temores y eso hace que todos mis amigos colombianos, que viven en España, quieran venir a visitarme siempre. Un saludo desde la huerta!!!
ResponderEliminarDiana! Qué alegría tu mensaje y saber que vives en Murcia! No sabes cuánto echo de menos mi ciudad, gracias por tus lindas palabras.
EliminarFeliz estoy de que te haya gustado lo que he escrito sobre tu pueblo, Barichara!!! He regresado a Bogotá enamorada.
Hola soy de San Gil, pero vivo en New York,gracias por tan lindo escrito de uno de los pueblos mas lindos de Colombia y por supuesto de mi querido Departamento de Santander.La verdad es que Barichara es un lugar de ensoñacion,y tienes toda la razon al decir que el azul del cielo es mas azul que en cualquier otra parte,un azul hermoso que cubre y cobija tan bello pueblo que nos transporta a la epoca de la conquista.Ir a visitarlo es un paseo obligado cada vez que voy a mi patria,alli se siente paz,armonia,y caminar por sus calles me llenan el corazon de regocijo y quiero siempre regresar una y mil veces.Una vez mas....GRACIAS por poner en alto mi patria y por tan linda historia.Ojala que regreses y cada dia encuentres mas lugares magicos y te enamores de ellos.Un abrazo y bendiciones.
ResponderEliminarMensajes como el tuyo me hacen muy feliz y me animan a seguir escribiendo cada día con más ilusión! Nunca olvidaré el cielo de Barichara y esa paz y tranquilidad que se respira en sus calles. Gracias por leerme y por tomarte el tiempo para escribirme.
EliminarUn abrazo también para ti y muchas bendiciones