Encuentro a Edgar Bernal descansando en el patio de la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, en el centro de Bogotá, en la carrera 8 con calle 9. Me invita a que charlemos un rato y yo, feliz, me siento a su lado. Desde hace muchos años es profesor de platería en este espacio que abrió sus puertas en 1995 en una preciosa vivienda de 1865, restaurada por Luis Restrepo, que fue cárcel, convento y colegio y donde ahora se enseñan otros oficios tradicionales como el trabajo en cuero, madera y bordados.
Con 17 años, Edgar entró a trabajar de aprendiz en el taller de su padre y allí aprendió todas las técnicas de la platería que ahora enseña a sus alumnos. ¿Lo mejor de dar clases?, le pregunto. Cuando oigo eso de "maestro, muchas gracias; le aprendí algo", me dice con los ojos chispeantes y una preciosa sonrisa.
Entre los 60 y 80 la platería vivió en Bogotá su época dorada. Edgar me cuenta que funcionaban a todo gas grandes almacenes como La Florentina, Rojas Parra, Arturo Medina y Mano Salva, que compraban toneladas y toneladas de plata para producir las piezas que vendían. De todo eso ya no queda casi nada.
A Edgar le falta una pierna; la perdió el año pasado. La culpa la ha tenido el ácido nítrico y el cianuro que respiró durante muchos años trabajando la plata. Ahora, me dice, toman todo tipo de precauciones y medidas de seguridad. Está a la espera de una prótesis y sabe que tarde o temprano llegará porque tiene claro que quiere morirse caminando. Me despido de Edgar para perderme entre los patios y jardines de la escuela. Hago fotos de todos los rincones, de todas las esquinas. Qué sitio tan bonito para estudiar y para pasear. De verdad, merece una visita.
Podéis encontrar más fotos de la escuela en mi página de facebook Colombia de una.
Entre los 60 y 80 la platería vivió en Bogotá su época dorada. Edgar me cuenta que funcionaban a todo gas grandes almacenes como La Florentina, Rojas Parra, Arturo Medina y Mano Salva, que compraban toneladas y toneladas de plata para producir las piezas que vendían. De todo eso ya no queda casi nada.
A Edgar le falta una pierna; la perdió el año pasado. La culpa la ha tenido el ácido nítrico y el cianuro que respiró durante muchos años trabajando la plata. Ahora, me dice, toman todo tipo de precauciones y medidas de seguridad. Está a la espera de una prótesis y sabe que tarde o temprano llegará porque tiene claro que quiere morirse caminando. Me despido de Edgar para perderme entre los patios y jardines de la escuela. Hago fotos de todos los rincones, de todas las esquinas. Qué sitio tan bonito para estudiar y para pasear. De verdad, merece una visita.
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