lunes, 12 de marzo de 2012

La capilla del Gimnasio Moderno


Sitios en Bogotá que me gusten hay muchos, muchísimos diría yo, pero para hoy he elegido uno muy especial. Siempre que voy andando desde mi casa -en el barrio de Chapinero alto- hacia el norte, primero camino por la carrera séptima -la de más tráfico y ruido de toda la ciudad- y luego por la novena. Coches y coches, ruido y más ruido, buses y buses, gente y más gente, hasta que llego a la altura de la calle 74 y cruzo la verja del Gimnasio Moderno -que, a pesar de su nombre, es un colegio fundado en 1914 al más puro estilo inglés entre maravillosos jardines (abajo en la foto). Aquí nada más se oye el cantar de los pájaros y las voces de los alumnos jugando al fútbol. Y en medio de este remanso de paz se levanta mi rincón secreto: la capilla que podéis ver en la foto, diseñada en 1954 por el arquitecto Juvenal Moya, con cálculos estructurales de Guillermo González Zuleta e inspirada en la proyectada por Oscar Niemeyer en la ciudad brasileña de Pampulha. La idea Niemeyer de utilizar delgadas bóvedas de membrana en concreto -cemento- de manera que desempeñaran a la vez el papel de muros y cubiertas, atrajo la atención de los arquitectos colombianos, quienes levantaron más de una docena de variantes locales no sólo en Bogotá, sino en otras ciudades como Cúcuta, Armenia, Barranquilla o Medellín

Para entrar en la capilla atravieso dos inmensas puertas doradas. No hay nadie dentro y me siento en el último banco de madera. Huele a flores, hace mucho sol y la luz se cuela revoltosa por las cerca de 1.500 coloridas vidrieras traídas desde Francia. Alguien me recuerda que la llaman el aula de colores porque los niños reciben aquí clases de coro. No soy practicante pero sí católica y este lugar me acerca a Dios. El interior de la capilla está diseñado en forma de cruz griega con cuatro brazos de igual longitud. Qué raro, ¿por qué optarían por esta composición rígida y estrictamente simétrica al etilo de las iglesias cristianas del siglo IX que le resta dinamismo al interior y obliga a colocar el altar en el centro en contraste con la gran espectacularidad cromática que dan los ventanales? Pues no lo sé, la verdad.

Recorro la capilla en silencio y me pregunto lo audaz y original que tuvo que ser para la época. Fuera contemplo el sistema de cáscaras de concreto que no deben tener más de cinco centímetros. Los jardines son preciosos: hay robles, eucaliptos, pinos, palmas. Me siento a la sombra de una acacia plateada mientras agradezco estos minutos de paz y tranquilidad y tomo fuerzas antes de volver a salir al bullicio de la ciudad. Y vosotros, ¿conocéis esta capilla? ¿y el Gimnasio Moderno?

Os recuerdo que ahora también podéis seguirme en facebook y regalarme un "Me gusta" en mi página de Colombia de una. Mil gracias.




6 comentarios:

  1. Hola Toya :)

    Un pequeño remanso de paz en medio del bullicio de una ciudad es algo digno de conocer, tomo nota para visitarla en nuestro próximo viaje.

    ¡Feliz semana!

    Un beso desde España con corazón Colombiano.

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    1. Te encantará cuando la visites. ¡Feliz semana también para ti!

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  2. ya que fuiste a una capilla; te recomiendo la catedral de sal de zipaquira.
    http://mw2.google.com/mw-panoramio/photos/medium/28474831.jpg

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    1. Muchas gracias por la recomendación! Tengo previsto ir hasta allí en lo que llaman el tren de la sal que es un trenecito que sale desde Bogotá

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  3. ¡Me encantó! anotado para cuando viaje a Bogotá. Beso, Ángela (Argentina).

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    1. Besos Ángela y cuando vengas por aquí te acompaño a ver la capilla!

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