Las pulsera de la foto está hecha de la semilla de una palmera llamada Macrocarpa Phytelephas que crece en los bosques tropicales de Colombia, Panamá, Brasil y Ecuador.
Popularmente se le llama tagua, tiene forma de nuez -la veis en la imagen-, y es dura, lisa y opaca. Su textura y color se parecen al marfil, por eso la llaman marfil vegetal. Los españoles que llegaron a Colombia ya la utilizaron para hacer botones, mangos de paraguas y bastones, pipas, servilleteros, peines, fichas de ajedrez, teclas para piano, abrecartas y otros muchos utensilios. Desde el siglo XVIII, especialmente en la ciudad de Chiquinquirá, los artesanos elaboran bellas y exóticas piezas como figuras de ajedrez, pipas, pesebres, vasijas, candelabros y todo tipo de bisutería.
La tagua alcanzó su época dorada entre 1900 y 1920 cuando era exportada en grandísimas cantidades a Hamburgo y Estados Unidos, donde el 20 por ciento de los botones que allí se producían eran de tagua. Pero llegó el plástico y se acabó el negocio que volvería a florecer cuando hace unos años las grandes firmas de alta costura -como Christian Dior, Yves Saint Laurent y Versace-, pusieron sus ojos en la tagua al no poder conseguir más marfil para los accesorios de sus diseños tras prohibirse la caza de elefantes y rinocerontes.
Un dato: cada palmera produce hasta 15 frutos y cada uno de ellos lleva dentro aproximadamente unas 30 semillas, llamadas "pepas", "corozos" o "nueces" que hay que dejar secar al sol durante tres meses, antes de pulirlas y teñirlas.
Yo tengo un llavero de tagua, de un increíble color verde esmeralda, que compré hace muchos años aquí en Bogotá y que me encanta acariciar cuando meto la mano en el bolso y busco mis llaves.
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