Nací un 1 de septiembre. Mi parto fue muy feliz aunque tardé mucho tiempo en arrancar a llorar. A los pocos días, mi madre me metió en un canasto de mimbre y me llevó al barco de mis abuelos a navegar. Desde entonces, el mar ha formado parte de mi vida y siempre lo he tenido presente. Ahora que vivo en Bogotá no hay día en que no lo eche de menos y sueñe con él. Y como a veces los sueños se hacen realidad escribo este post desde el aeropuerto esperando el avión para Cartagena de Indias donde Quique (en la foto) y Marta -dos amigos de Murcia, mi ciudad-, me están esperando para embarcarme en El Duende (en la foto), el barco en el que están recorriendo el mundo hace un par de años. Voy a pasar una semana con ellos así que durante varios días estaré sin conexión a internet pero prometo a mi vuelta una crónica detallada de la travesía y muchas fotos. Gracias Universo por llevarme otra vez al mar del que nunca me debí separar.
martes, 8 de mayo de 2012
A navegar
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Nací un 1 de septiembre. Mi parto fue muy feliz aunque tardé mucho tiempo en arrancar a llorar. A los pocos días, mi madre me metió en un canasto de mimbre y me llevó al barco de mis abuelos a navegar. Desde entonces, el mar ha formado parte de mi vida y siempre lo he tenido presente. Ahora que vivo en Bogotá no hay día en que no lo eche de menos y sueñe con él. Y como a veces los sueños se hacen realidad escribo este post desde el aeropuerto esperando el avión para Cartagena de Indias donde Quique (en la foto) y Marta -dos amigos de Murcia, mi ciudad-, me están esperando para embarcarme en El Duende (en la foto), el barco en el que están recorriendo el mundo hace un par de años. Voy a pasar una semana con ellos así que durante varios días estaré sin conexión a internet pero prometo a mi vuelta una crónica detallada de la travesía y muchas fotos. Gracias Universo por llevarme otra vez al mar del que nunca me debí separar.
Nací un 1 de septiembre. Mi parto fue muy feliz aunque tardé mucho tiempo en arrancar a llorar. A los pocos días, mi madre me metió en un canasto de mimbre y me llevó al barco de mis abuelos a navegar. Desde entonces, el mar ha formado parte de mi vida y siempre lo he tenido presente. Ahora que vivo en Bogotá no hay día en que no lo eche de menos y sueñe con él. Y como a veces los sueños se hacen realidad escribo este post desde el aeropuerto esperando el avión para Cartagena de Indias donde Quique (en la foto) y Marta -dos amigos de Murcia, mi ciudad-, me están esperando para embarcarme en El Duende (en la foto), el barco en el que están recorriendo el mundo hace un par de años. Voy a pasar una semana con ellos así que durante varios días estaré sin conexión a internet pero prometo a mi vuelta una crónica detallada de la travesía y muchas fotos. Gracias Universo por llevarme otra vez al mar del que nunca me debí separar.
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