Tengo claro que poniendo ganas y corazón se puede cambiar el mundo o, por lo menos, hacerlo un poco mejor. Agustín Torres piensa lo mismo. Es argentino, músico terapeuta, compositor y cantautor, llegó hace 14 años a Colombia y desde entonces se ha dedicado a trabajar con niños y jóvenes colombianos en situación de riesgo a través de Healing Colombia, fundada junto a su mujer Paloma.
Ayer por la tarde en Bogotá llovía a cántaros y estaba todo medio inundado, pero Cata, Caro, Manuela, la pequeña Sofía y yo nos montamos en el carro y, sorteando todos los inconvenientes, nos plantamos en San Luis, unos de los barrios más deprimidos de Bogotá y uno de los centros de trabajo de la Fundación donde nos esperaban Agustín junto a todo su equipo y un montón de niños del barrio para celebrar juntos el comienzo de la Navidad.
De verdad, me contagiaron la ilusión, la esperanza y el compromiso de Agustín al hablarnos de su Fundación, de cómo trabajan con estos niños y jóvenes, víctimas de la violencia que ha azotado este país durante años, mediante talleres de motivación, valores, prevención integral, educación y deportes, y también de sus programas de distribución de ayuda humanitaria a las poblaciones en situación de desplazamiento forzado y extrema pobreza. Y fui más que feliz viendo bailar y cantar villancicos a estos niños y niñas que han encontrado en la Fundación y en su gente un verdadero apoyo.
Y como aquí en Colombia se celebra todo a lo grande pues para rematar la fiesta nos comimos una lechona (la de la foto) que, para quien no lo sepa, es un plato típico de la región de Tolima y que consiste en un cerdito con la piel bien tostadita -el cuero lo llaman aquí-, relleno, entre otras cosas, de su propia carne, arroz y arvejas, guisantes para que nos entendamos. De postre, natillas -cocinadas por mi amiga Caro- y buñuelos. Delicioso. Gracias a todos; regresé a casa con el estómago más lleno pero con el corazón más grande.
Por cierto, la Fundación necesita voluntarios así que si os animáis entrad en la web donde está toda la información.
Y como aquí en Colombia se celebra todo a lo grande pues para rematar la fiesta nos comimos una lechona (la de la foto) que, para quien no lo sepa, es un plato típico de la región de Tolima y que consiste en un cerdito con la piel bien tostadita -el cuero lo llaman aquí-, relleno, entre otras cosas, de su propia carne, arroz y arvejas, guisantes para que nos entendamos. De postre, natillas -cocinadas por mi amiga Caro- y buñuelos. Delicioso. Gracias a todos; regresé a casa con el estómago más lleno pero con el corazón más grande.
Por cierto, la Fundación necesita voluntarios así que si os animáis entrad en la web donde está toda la información.
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