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La sabana de Bogotá en más bella si cabe en los cuadros de Gonzalo Ariza; las orquídeas, más salvajes; los frailejones, me gustan más; las montañas son más altas; la bruma, más misteriosa; los cafetales, más frondosos; las nubes flotan más. Este año se cumple el centenario del nacimiento de este artista colombiano, paisajista entre paisajistas, y el Museo de Arte Moderno de Bogotá lo celebra con una preciosa exposición en la que estuve ayer y a la que quiero volver ya.
Ariza viajo en repetidas ocasiones a Japón, donde se acercó a la filosofía zen, los jardines budistas, los templos de arena, estudió grabado y acuarela y aprendió a pintar de rodillas consiguiendo otra perspectiva más aérea; a su regreso a Colombia plasmó como oriental la exuberancia y los contrastes del paisaje de este país, rompiendo de cuajo las estrictas e imperantes reglas de la Escuela de San Fernando de España por lo que fue muy criticado.
Ayer, cuando contemplaba embelesada sus cuadros tuve unas ganas locas de saltar y meterme dentro de ellos en busca de esa serenidad y paz que transmiten, buscando un rincón donde sentarme, cerrar los ojos y meditar. Hasta ayer no conocía la obra de este maestro pero ahora la seguiré bien de cerca porque quiero seguir paseando de su mano por esos maravillosos paisajes de este país que tanto amo.
Podéis seguirme en twitter @colombiadeuna y ver fotos de mis viajes por Colombia en mi página de Facebook.
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