Aquí tenéis la segunda parte de mi reportaje para Satena de Caño Cristales que publicarán dentro de unos días en la revista Volar. Si os habéis perdido la primera parte podéis leerla en este enlace. ¡Feliz día y mañana seguiré con la crónica de este inolvidable viaje!
En mi recorrido por Caño Cristales me acompañan dos guías de lujo: Carlos Avellaneda lleva más de veinte años organizando viajes hasta aquí con su empresa Caminantes del Retorno, una de las más reconocidas de Colombia en el sector del ecoturismo; Juan Ricardo nació y vive en La Macarena y se conoce el río como la palma de su mano. Llegamos al río, al punto llamado la Piscina Carol Cristal (en la foto de arriba) donde cuentan una mujer del pueblo parió a su hija a la que así bautizó. No puedo creer lo que veo, no parece de este mundo; el agua es más que transparente y el reflejo del sol la torna esmeralda, hay macarenias clavigeras de color bermellón por todo el río, flores, árboles, cientos de rocas de extrañas formas en el fondo y a los lados y una tortuga tomando el sol tan tranquila hasta que nos ve llegar y se sumerge como por arte de magia. No espero ni un minuto y me meto de cabeza. Dios mío, qué agua tan pura y tan cristalina. Las sardinitas nadan a mi alrededor, por cierto, los únicos peces que habitan en el río debido a su escasez de materiales de arrastre y sedimentación. No hay nada en el fondo que me haga daño, que me moleste, que me resbale. Nado, buceo y nado. Ahora entiendo cuando alguien dijo que este río se escapó del paraíso.
Seguimos cauce arriba, por la zona conocida como los Ochos (en la foto), pisando estas antiquísimas formaciones rocosas que por su cuarzo desprenden una energía muy especial que me sacude el cuerpo de arriba a abajo. Las pozas son ahora profundas, de un azul intenso. Veo macarenias clavijeras más rojizas, otras anaranjadas, amarillas, incluso blancas. Juan Ricardo, mi guía, me explica que aunque tenga apariencia de alga la macarenia es una planta acuática que cambia de color según la corriente, la exposición al sol, la profundidad y la velocidad de las aguas. Podría quedarme horas y horas mirándolas y fotografiándolas.
Otro baño, descanso en la Piscina del Turista- ¿por qué no ponerle otro nombre?-y caminata entre cientos y cientos de vellozias tubiflora o vellousseas (en la foto), plantas endémicas de la zona tan bellas y misteriosas como los frailejones y de blanca flor que el municipio ha adoptado como símbolo y hasta les ha dedicado un festival. Llegamos a la Cascada de los Cuarzos. Antes de venir yo había visto fotos y fotos de las plantas de colores, de las pozas pero ninguna de estas impresionantes caídas de agua que curan todos nuestros males a base de masajes y de las que hay unas cuantas más. Un poquito más arriba nos esperan otros mágicos lugares como Los Pianos, el Pozo del Amor, las Tablas de la Ley (en la foto de abajo), con una impresionante roca partida en dos, Pozo Cuadrado –la parte más profunda del recorrido- Las Escaleras y el Salto del Águila desde el que lo más atrevidos se lanzan a modo de trampolín.
Regresamos tras saborear un delicioso y reconfortante almuerzo que hemos traído desde La Macarena envuelto en hojas de plátano y preparado con mucho amor por Sandra, la dueña del restaurante Las Brisas del Guayabero. increíble cómo cambia el paisaje que rodea el río: de bosque húmedo tropical pasamos a bosque de matorral y luego, a sábana. Qué maravilla. ¿Cuántas fotos habré disparado?
Continuará mañana.....
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