martes, 12 de marzo de 2013

Chicaque, el gran templo blanco

Colombia de una / Toya Viudes

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A menudo nos empeñamos en subirnos a un avión y recorrer miles de kilómetros en busca del lugar de nuestro sueños cuando a veces está tan cerca de casa que ni una hora tardaríamos en llegar a él. Chicaque en lengua indígena significa montaña vigorosa y a este parque natural, ya declarado mi paraíso particular, me gustaría llevar a toda la gente que quiero. 

Bosque de niebla de Chicaque Colombia de una / Toya Viudes
Salimos un domingo por la tarde de Bogotá después de sufrir uno de sus monumentales atascos y en poco menos de 60 minutos nos encontramos en medio de este impresionante bosque de niebla andino formado por el choque de la corriente fría de la Sabana y la caliente del Valle del Magdalena y ubicado en el municipio de San Antonio del Tequendama. Ante de seguir un dato: el bosque de niebla es uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta y en Colombia, uno de los más amenazados. La bajada hasta el refugio la hacemos por el hermoso y empedrado camino real, utilizado hace cientos de años por los indígenas muiscas y panches, posteriormente ensanchado por los españoles para el paso de sus animales. Todo es verde y un espeso y misterioso manto de nubes cubre el bosque; hay bromelias, orquídeas, musgos, líquenes y palmas bobas que crecen a sus anchas por el exceso de humedad; huele a hierba y a tierra mojada y sólo escuchamos el sonido de las aves y el de las hojas bajo nuestros pies. 

En Chicaque no hay nada hecho a la ligera sin haberle dedicado grandes dosis de amor; el refugio de dos pisos, frente a las imponentes montañas de la cordillera oriental, es precioso, todo de madera, me recuerda a las construcciones del Tirol; desde su mirador contemplo con el corazón encogido uno de los atardeceres más bonitos de mi vida que fotografío hasta descargar la batería de mi cámara. Dicen que en los días más despejados desde aquí se llegan a ver los nevados de Tolima, Santa Isabel y Ruiz a cientos de kilómetros de distancia. Habrá que volver en otra ocasión y aprovechar para saborear una vez más la deliciosa cocina de su restaurante

Chicaque / Colombia de una / Toya Viudes
Anochece y nos entretenemos tratando de identificar la Cruz del Sur en el cielo hoy especialmente despejado. No hay suerte pero la noche nos regala el paso de una estrella fugaz, el destello fosforecen de las luciérnagas, el grito de los micos nocturnos y el canto de los grillos y los sapos. Duermo como un bebé arrullada por los sonidos del bosque y a la mañana siguiente ponemos rumbo a la cascada, uno de los seis senderos ecológicos que ocupan casi 30 kilómetros de las 300 hectáreas que tiene el parque. Y pensar que hace menos de 24 horas me encontraba en la caótica Bogotá y ahora estoy en este parque natural rodeada de encenillos, yarumos, candeleros reales, robles, gaques, trompeteros, helechos, palmas bobas, sangregados y no sé cuántos árboles más. Disfruto de cada hoja, de cada rama, de cada flor, de cada tonalidad de verde hasta llegar a la caída de agua de más de 72 metros de altura que contemplo embobada, casi sin pestañear no me vaya a perder detalle.

A la vuelta, nos encontramos con Jannethe, Miguel y Erik, guías del parque, que nos acompañan hasta la plataforma desde vamos a hacer nuestro “vuelo” en tirolina. Lo confieso: es ponerme el equipo y empezar a temblar; ¿de verdad me tengo que tirar en plan mono de la selva por ese interminable cable hasta la otra plataforma que de tan lejos que está ni alcanzo a distinguir? Arturo ni sabe lo que es el miedo y se lanza boca abajo y, por si fuera poco, grabando un vídeo. Ni me preguntéis de dónde saco las fuerzas pero en cuestión de segundos salto al vacío cual Tarzán con grito y todo incluido. Son 350 metros de longitud así que hasta me da tiempo a templar los nervios y disfrutar del imponente paisaje que, nunca mejor dicho, hoy tengo a mis pies. Menuda experiencia, tanto me ha gustado que volvería a tirarme otra vez.

Chicaque conserva uno de los últimos bosques de robles cercanos a Bogotá con ejemplares de hasta 400 años de antigüedad que pueden llegar a medir 30 metros de alto. Por cierto, Colombia es el único país de América del Sur donde existe este árbol. Recorremos en silencio el sendero dorado que forman las hojas al caer y que nos lleva a otro de los atractivos del parque: el Nido Roblegrande, una plataforma sobre un centenario roble de más de 25 metros del altura en la que se puede pasar la noche y a la que, consciente de la debilidad de mis extremidades superiores, decidido subir por las escaleras ubicadas en el tronco no aptas para los que sufran de vértigo y bajar feliz de la vida haciendo rappel. Si buscas mayor comodidad para dormir te aconsejo a ojos cerrados la preciosísima cabaña de madera recién inaugurada encima de otro árbol a 8 metros de altura pero eso sí, con todo lujo de detalles al estilo del mejor hotel de cinco estrellas y con una terraza para contemplar el atardecer que más quisiera yo que fuera mía. Otra opción de alojamiento es en cabaña con chimenea incluida, refugio en litera o cama doble o en la zona de camping

Hoy ya no ha tiempo para caminar hasta el Pico del Águila, uno de los mejores miradores del país a casi 2.300 metros de altitud, ni hacer los senderos de Roquedales y Mariposas donde nos aseguran que se ven las que se conocen como alas de cristal. Volveremos otro día seguro en busca de los monos perezosos, los tucanes picoverde y el carpintero payaso –dos de las 300 especies de aves del parque-, las serpientes, las ardillas, los gatos de monte, los armadillos, las zarigüellas y los puercoespines; los osos de anteojos y los venados desgraciadamente abandonaron el lugar hace años. Ya es tarde y la subida hasta el aparcamiento no es apta para todos los corazones así que decidimos alquilar un par de caballos que nos llevan de regreso hasta nuestro coche como dos auténticos marajás. Reponemos fuerzas con una arepita con queso y un café calentito en Arboloco, el restaurante esculpido en una roca de la zona alta del parque con salones de cuento y carta de inspiración mediterránea, y de regreso a Bogotá enamorados de este gran templo blanco que es Chicaque y al que estoy segura volveré una y otra vez.

Podéis ver más fotos de Chicaque y de otros de mis viajes por Colombia en mi página de facebook y seguirme en twitter @colombiadeuna.

Chicaque Colombia de una / Toya Viudes

5 comentarios:

  1. Se me llena la cabeza de recuerdos...

    Yo visité el parque en tres ocasiones a finales de los años 90, en dos de ellas fuimos caminando desde la plaza principal de Soacha (no había un servicio de transporte que te llevara como ahora); para volver fuimos dos veces hasta Santandercito por un camino que sale del parque. Es imposible calcular la cantidad de kilómetros de caminábamos.

    Una de las veces se nos hizo tarde para llegar, cogimos un taxi que nos dejó en la primera entrada, donde ya no hay carretera asfaltada. El caso es que cuando llegamos a la portería ya era de noche, empezamos a bajar en busca del refugio pero nos perdimos, ahora mismo no sé ni como conseguimos encontrarlo. En medio del camino oscuro lo único que veíamos eran luciérnagas, era mágico...

    Visitar la cascada, el Pico del Aguila, es dura la subida pero merece mucho la pena, caminar por sus bosques...

    En aquellos tiempos tampoco había un servicio de transporte que te llevara de la portería al refugio o viceversa, esa bajada hacia el refugio es linda, por ese camino empedrado..., pero la subida a la portería es muy dura, ¡¡y luego teníamos que caminar hasta Soacha!!

    No había tampoco "casas en el aire", ni tenían habilitada zona de camping, ni mucho menos tirolina...

    Por lo que cuentas ha cambiado mucho, aunque la esencia sigue siendo la misma, tendremos que volver pronto :)

    Gracias de corazón, Toya :)


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    1. Gracias a ti siempre Constanza por tus mensajes. Sí, por lo que veo el parque ha cambiado mucho en estos años pero tuvieron que ser mágicas vuestras visitas. ¡Nosotros también vimos luciérnagas la noche que nos quedamos allí a dormir!
      La bajada al refugio es maravillosa pero la subida... ; por eso alquilamos los caballos, llevábamos todo el día caminando y no nos quedaban ya muchas fuerzas.
      En nuestra siguiente visita subiremos al Pico del Aguila y también me encantaría bajar caminando hasta Santandercito, el camino tiene que ser precioso
      Un abrazo!

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  2. Enhorabuena. Muy hermosa tu iniciativa.
    Abrazos desde España.

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  3. Tanto es lo que resuenan sus palabras, querida "extranjera" que envidia de la buena me embarga, pues ni yo que a la vuelta de la esquina estoy conocer e podido tan maravilloso lugar

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  4. Buenas tardes Toya, te escribo de la revista Destinos y Aventura, cuanto me alegra que visitarás nuestra Provincia del Tequendama, El Parque Chicaque es lo máximo!. Me ha gustado mucho lo que has publicado, por ello he escrito una nota tuya sugiriendo que visiten tu Blogger para ver la nota tan genial que escribiste sobre el parque.
    Si deseas verla esta en: http://destinosyaventura.com/reconocida-periodista-especializada-en-el-sector-turistico-y-cultural-visita-el-parque-natural-chicaque-cundinamarca/#more-2124

    Solo puedo decir que eres bienvenida cuando gustes a nuestra Provincia del tequendama.
    Un abrazo
    Hasta pronto.
    Cristina

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