La revolución de la cuchara

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No soy vegetariana pero como frutas y verduras todos los días -y si son colombianas o murcianas mejor que mejor-; me encanta el pescado, alguna mañana desayuno huevos pericos -que preparan aquí en Colombia revueltos con cebolla larga y tomate- y cuando estoy en España me vuelvo adicta al jamón, pero lo que no pruebo desde hace años y por convicción es la carne roja. 

Creo a pies juntillas en las propiedades y beneficios de productos como el tofu, la soya, el mijo, la quinua, los cereales, el sésamo, el jengibre, y por eso cada vez que puedo me planto en un restaurante vegetariano para que me cuiden y cuidarme con los deliciosos platos que preparan. Y fue en Maha, por cierto uno de mis favoritos de Bogotá y al que mi amigo Juan y yo vamos cada vez que podemos, donde oí por primera vez sobre La revolución de la cuchara, un movimiento muy activo a nivel mundial que lucha por sacar la carne del plato eso sí, como ellos dice, sin derramar una gota de sangre.  

Y no se trata sólo de no comer carne como una práctica saludable sino también como una solución al hambre del mundo y una forma de protección a la Madre Tierra. La gente de La revolución de la cuchara hace hincapié en datos como que 10 metros sembrados de soja producen cinco kilos de proteína y alimentan a 70 personas al día, mientras que 100 metros con ganado producen medio kilogramo de carne que alimentan a tres o cuatro personas al día.

Esto de La revolución de la cuchara es una cosa muy seria y hasta tienen su Reino Original, el territorio de los vegetarianos del mundo al que no entran ni la carne, ni los huevos, ni el pescado, con ministros, embajadores, un pasaporte propio de color azul que yo tengo y que utilizo para obtener interesantes descuentos cada vez que visito un establecimiento vegetariano y una asociación, Carnívoros Anónimos, para ayudar al que quiere dejar de comer carne pero no sabe cómo.

¿Te animas a hacer la revolución? Yo voy poquito a poco...