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Todo empezó con un libro, Los secretos de la Virgen de Guadalupe, de J.J. Benítez; "Te dejo este regalo, sé que te va a servir" le dijo su tía monja, después de una discusión teológica-religiosa-filosófica y en la que no llegaron a entenderse porque Nazareth, a sus 8 años, ya tenía las cosas muy pero que muy claras. Y claro que le sirvió cuando veinte años después abrió el libro y encontró una nota. Pero empecemos la historia por el principio.
Hasta los 27 años, Nazareth vivió encerrada en casa, atrapada en su artrogriposis múltiple congénita, sus miedos y temores y los excesivos cuidados de su familia. Sólo era feliz cuando visitaba el mundo mágico, esotérico, libre y lleno de flores y plantas medicinales de su abuela Carmen con quien, por cierto, un buen día, y como por arte de magia, dio sus primeros pasos cuando tenía 6 años y eso que nadie apostaba porque pudiera llegar a andar. Nazareth quería conocer el mundo, estudiar y dejar de "ocultar lo inocultable" así que un buen día, y aprovechando que su madre había ido a pasar unos días con un familiar, agarró una maleta, 70.000 pesos, se escapó de casa y se plantó en Nocaima -un pueblo del departamento de Cundinamarca a unas dos horas de Bogotá donde la he conocido este fin de semana-, alquiló una habitación y empezó una nueva vida. ¿Qué hubiera sido de ti si te hubieras quedado con tu familia? Estaría muerta -me asegura muy convencida-, las personas con mi enfermedad fallecen a los 5 años. ¿Y qué te mantiene viva?, le pregunto: mis ganas de vivir y que ya no le tengo temor a nada, bueno, a casi nada.
Al principio todo fue difícil, muy difícil, para Nazareth pero ella es una mujer muy fuerte, consiguió salir adelante y montar un vivero que funcionó bien una temporada pero que al final tuvo que cerrar. Y fue entonces, una noche, rendida y triste ante este fracaso profesional y decidida a tirar la toalla cuando se acordó del libro que le había regalado su tía monja, lo abrió y encontró entre sus páginas una antiquísima receta, la del vino de naranja que desde hace años se fabrica por esas tierras. Tenía las indicaciones para prepararlo, sobraban las ganas y el tesón así que Nazareth montó una fábrica de este exquisito vino, con naranjas 100% ecológicas, la tecnología necesaria y cumpliendo todos los requisitos higiénico-sanitarios lejos del modo artesanal de antaño, que durante unos años funcionó de maravilla hasta que un buen día un vendaval se llevo todas las instalaciones por delante, dejándola sólo con el recuerdo de 200 botellas que guarda en su casa como oro en paño.
Nazareth sueña con
volver a poner la fábrica en marcha pero necesita
inversores.
Ojalá alguno de vosotros esté interesado o tenga algún contacto; aceptamos felices todas las propuestas. Podéis contactarnos en
toya67@hotmail.es. Mientras tanto ella seguirá luchando en Nocaima para que los
discapacitados reciban las ayudas necesarias.
Podéis seguirme en twitter @colombiadeuna y ver mis foto en mi página de Facebook.