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A menudo nos empeñamos en
subirnos a un avión y recorrer
miles de kilómetros en busca del
lugar de nuestro sueños cuando a veces está tan cerca de casa que ni una hora tardaríamos en llegar a él.
Chicaque en lengua indígena significa
montaña vigorosa y a este
parque natural, ya declarado mi
paraíso particular, me gustaría llevar a toda la gente que quiero.
Salimos un
domingo por la tarde de
Bogotá después de sufrir uno de sus
monumentales atascos y en poco
menos de 60 minutos nos encontramos en medio de este impresionante
bosque de niebla andino formado por el choque de la
corriente fría de la Sabana y la
caliente del Valle del Magdalena y ubicado en el municipio de San
Antonio del Tequendama. Ante de seguir un dato: el bosque de niebla es uno de los
ecosistemas más biodiversos del planeta y en Colombia, uno de los
más amenazados. La bajada hasta el refugio la hacemos por el
hermoso y empedrado camino real, utilizado hace cientos de años por los
indígenas muiscas y panches, posteriormente ensanchado por los
españoles para el paso de sus animales. Todo es
verde y un
espeso y misterioso manto de nubes cubre el bosque; hay
bromelias,
orquídeas,
musgos,
líquenes y
palmas bobas que crecen a sus anchas por el exceso de humedad; huele a
hierba y a
tierra mojada y sólo escuchamos el sonido de las
aves y el de las
hojas bajo nuestros pies.
En Chicaque no hay nada hecho a la ligera sin haberle dedicado grandes dosis de amor; el refugio de dos pisos, frente a las imponentes montañas de la cordillera oriental, es precioso, todo de madera, me recuerda a las construcciones del Tirol; desde su mirador contemplo con el corazón encogido uno de los atardeceres más bonitos de mi vida que fotografío hasta descargar la batería de mi cámara. Dicen que en los días más despejados desde aquí se llegan a ver los nevados de Tolima, Santa Isabel y Ruiz a cientos de kilómetros de distancia. Habrá que volver en otra ocasión y aprovechar para saborear una vez más la deliciosa cocina de su restaurante.
Anochece y nos entretenemos tratando de identificar la
Cruz del Sur en el cielo hoy especialmente despejado. No hay suerte pero la noche nos regala el paso de una
estrella fugaz, el destello fosforecen de las
luciérnagas, el grito de los
micos nocturnos y el canto de los
grillos y los
sapos. Duermo como un
bebé arrullada por los
sonidos del bosque y a la mañana siguiente ponemos rumbo a la
cascada, uno de los
seis senderos ecológicos que ocupan casi
30 kilómetros de las
300 hectáreas que tiene el parque. Y pensar que hace menos de 24 horas me encontraba en la
caótica Bogotá y ahora estoy en este parque natural rodeada de
encenillos, yarumos, candeleros reales, robles, gaques, trompeteros, helechos, palmas bobas, sangregados y no sé cuántos árboles más. Disfruto de cada
hoja, de cada
rama, de cada
flor, de cada tonalidad de
verde hasta llegar a la
caída de agua de más de
72 metros de altura que contemplo embobada, casi sin pestañear no me vaya a perder detalle.
A la vuelta, nos encontramos con
Jannethe, Miguel y Erik, guías del parque, que nos acompañan hasta la
plataforma desde vamos a hacer nuestro
“vuelo” en tirolina. Lo confieso: es ponerme el equipo y empezar a temblar;
¿de verdad me tengo que tirar en plan mono de la selva por ese interminable cable hasta la otra plataforma que de tan lejos que está ni alcanzo a distinguir? Arturo ni sabe lo que es el miedo y se lanza
boca abajo y, por si fuera poco,
grabando un vídeo. Ni me preguntéis de dónde saco las fuerzas pero en cuestión de segundos
salto al vacío cual Tarzán con grito y todo incluido. Son
350 metros de longitud así que hasta me da tiempo a templar los nervios y disfrutar del
imponente paisaje que, nunca mejor dicho, hoy tengo a mis pies.
Menuda experiencia, tanto me ha gustado que volvería a tirarme otra vez.
Chicaque conserva uno de los
últimos bosques de robles cercanos a Bogotá con
ejemplares de hasta
400 años de antigüedad que pueden llegar a medir
30 metros de alto. Por cierto,
Colombia es el
único país de América del Sur donde existe este árbol. Recorremos en silencio el
sendero dorado que forman las hojas al caer y que nos lleva a otro de los
atractivos del parque: el
Nido Roblegrande, una
plataforma sobre un centenario roble de más de
25 metros del altura en la que se puede pasar la noche y a la que, consciente de la debilidad de mis extremidades superiores, decidido subir por las
escaleras ubicadas en el tronco no aptas para los que sufran de vértigo y bajar feliz de la vida haciendo
rappel. Si buscas
mayor comodidad para dormir te aconsejo a ojos cerrados la preciosísima
cabaña de madera recién inaugurada encima de otro
árbol a 8 metros de altura pero eso sí, con todo lujo de detalles al
estilo del mejor hotel de cinco estrellas y con una
terraza para contemplar el atardecer que más quisiera yo que fuera mía. Otra opción de alojamiento es en
cabaña con chimenea incluida,
refugio en litera o cama doble o en la zona de
camping.
Hoy ya no ha tiempo para caminar hasta el Pico del Águila, uno de los mejores miradores del país a casi 2.300 metros de altitud, ni hacer los senderos de Roquedales y Mariposas donde nos aseguran que se ven las que se conocen como alas de cristal. Volveremos otro día seguro en busca de los monos perezosos, los tucanes picoverde y el carpintero payaso –dos de las 300 especies de aves del parque-, las serpientes, las ardillas, los gatos de monte, los armadillos, las zarigüellas y los puercoespines; los osos de anteojos y los venados desgraciadamente abandonaron el lugar hace años.
Ya es tarde y la subida hasta el aparcamiento no es apta para todos los corazones así que decidimos alquilar un par de caballos que nos llevan de regreso hasta nuestro coche como dos auténticos marajás. Reponemos fuerzas con una arepita con queso y un café calentito en Arboloco, el restaurante esculpido en una roca de la zona alta del parque con salones de cuento y carta de inspiración mediterránea, y de regreso a Bogotá enamorados de este gran templo blanco que es Chicaque y al que estoy segura volveré una y otra vez.
Podéis ver más
fotos de Chicaque y de
otros de mis viajes por Colombia en mi página de
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twitter @colombiadeuna.