miércoles, 30 de mayo de 2012

La Tertulia

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¿Capital Mundial de la Salsa? Eso lo tenía claro antes de llegar a Cali pero lo que no sabía es que pegadito a mi hotel me iba a encontrar con un museo tan interesante como el de La Tertuliafundado en los 60 por un grupo de amigos como "espacio de encuentro para pensar las novedades en las artes plásticas y la cultura", según leo a la entrada. De ahí su nombre.

El museo, obra de los arquitectos Lago y Sáenz, no es un sólo edificio sino varios y parece un templo griego, es precioso. Lo podéis ver en la foto de abajo. Hasta hace nada tenía guardadas en su bodega más de 1.500 piezas entre pinturas, esculturas, fotografías, vídeos e instalaciones desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Pero en marzo se decidió empezar a exponer poco a poco esta colección permanente de artistas de fuera de Colombia como Warhol, Lichtenstein, Rauschemberg, Diego Rivera, Roberto Matta y Luis Camnitzer y de colombianos como Lucy Tejada, Omar Rayo, Óscar Muñoz, Negret, Villamizar, Alejandro Obregón, Beatriz González y muchos otros. Como la mayoría de las obras son en papel y sufren mucho con la luz y la humedad cada cuatro meses las que estén expuestas entrarán en rotación y serán sustituidas por otras nuevas.

Las salas están dedicadas al paisaje, la ciudad, los espacios interiores, los objetos, el retrato, las máquinas, los animales y el cuerpo, ésta última mi preferida con una obra del también colombiano Danilo Dueñas que me dejó sin habla. Me gustó mucho también la pieza de mi amigo Nadín Ospina que podéis ver en la foto de arriba detrás del mono. Si vais por Cali de verdad no dejéis de visitar La Tertulia y su colección, una de las más significativas de artes plásticas americanas del mundo.

Por cierto, ¿quién de vosotros conoce este museo? 

lunes, 28 de mayo de 2012

Barranquilla mon amour


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Si os apetece podéis leer mi reportaje sobre Barranquilla que he escrito para Proexport en este enlace. Y si os gusta pues me regaláis un "Me gusta" y algún comentario. Muchas gracias. 

Tengo más fotos de Barranquilla y las podéis ver en mi página de facebook Colombia de una.

¿Murcia o Colombia?


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¡Buenos días! Necesito haceros una consulta. El jueves llego a España y no sé qué hacer con el blog. Tengo dos posibilidades: una, seguir escribiendo sobre Colombia porque tengo muchas historias pendientes para contaros, y otra es hablaros de España y de Murcia, mi ciudad, donde voy a estar hasta mediados de junio. Hay una tercera opción que es ir alternando y escribir de allí y de acá. Me encantaría que me dijerais qué os parece porque este blog sin vosotros no tiene sentido. Mil gracias y espero con ilusión vuestros comentarios.

Por cierto, la de la foto es la catedral de mi ciudad. ¿Habéis visto qué bonita? 

domingo, 27 de mayo de 2012

¡Mamá ven a buscarme!

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Definitivamente las apariencias engañan. La cara de felicidad que tengo en esta foto es más falsa que Judas pero la puse ante la insistencia de mi amigo Jorge aunque lo que realmente quería en ese momento era tirarme rodando y sin frenos monte abajo. ¿Dónde estamos? ¿Qué pasó? Os cuento nuestra odisea. 

Si a mí me dicen que tengo que andar 20 kilómetros, siete horas sin parar, con un desnivel de 1.600 metros -lo que significa que empezamos a 1.200 metros de altitud y terminamos a los 2.800-, no me levanto ni loca el sábado de mi cama y menos a las 5 de la mañana. Pero bueno, así son las cosas, tenía muchas ganas de salir al monte y me fui para allá sin pensarlo como si fuera una cabra. Ahora, con un dolor de pies que me muero, agujetas por todas partes y un insoportable dolor de riñones repito una y otra vez este mantra: silosenovoy, silosenovoy, silosenovoy.

Comenzamos a caminar en La Vega, un precioso pueblo cerca de Bogotá. Hace muchísimo calor y eso que son las ocho y media de la mañana pero esto es tierra caliente y ya se sabe. Un, dos, un, dos, un dos.... Ay qué dolor; me está rozando mucho la bota derecha; claro son muy nuevas y no están domadas. ¡Sueño con el viejo par que dejé en Murcia! Un, dos, un, dos, un dos... ¿Pero es que esta cuesta no va a terminar nunca? Pues parece que no. Jorge y yo vamos empapados como pollos y el grupo de cabeza, tan campante, como si nada. Un, dos, un dos... El paisaje es precioso pero esto es un suplicio; llevamos caminando tres horas sin parar y cuesta arriba. ¡Socorro, que alguien venga a rescatarme!

De repente pierdo a Jorge de vista: ¡¡¡ Jorgeeeeeeeeeee!!!, le llamo y no me contesta. ¡¡¡¡ Jorgeeeeeeee!!!, nada, ni caso. Lo que faltaba. Ni pensar puedo en bajar a buscarlo porque si lo hago, con lo cansada que estoy, me desmayo. Menos mal que al poco reaparece eso sí, medio muerto y sudando la gota gorda. Madre mía, pienso yo, y este pobre está así y corre maratones y todo. No quiero ni pensarlo. Sigue el camino, siguen las cuestas, sigue el calor y mi dolor de pies -ahora de los dos- es cada vez más insoportable. Pienso en tirarme en medio del camino y quedarme allí plantada pero ¿cómo me van a sacar de aquí? ¿en burro? ¿en caballo? ¿en helicóptero? Opciones que, evidentemente, igual que llegan a mi cabeza quedan descartadas. Sigo caminando y vemos un grupo de toros de lidia; el espectáculo es una belleza. Me acerco a fotografiarlos y plas, me caigo en un hoyo y no me rompo una pierna de milagro. Está visto que hoy no es mi día. ¡Mamá ven a buscarme!

¿Cuánto falta para llegar?, le pregunto al guía. Una hora de subida y luego varios kilómetros en plano, me  dice. ¿Una hora más de subida? ¡Vamos Toya!, me digo a mí misma, ¡ánimo! Disfruta del paseo y del paisaje ¿Vamos Toya? ¿Disfruta del paseo y del paisaje? me dice mi demonio interno; pero si lo que realmente quieres es no haber venido nunca hasta aquí y haberte quedado en tu casita de Bogotá cómodamente tumbada en el sofá. Pues no, ni sofá ni gaitas, a caminar se dijo. Un, dos, un, dos. ¿Eso que veo allí a lo lejos es nuestra furgoneta?, le pregunto a Jorge. ¡Milagro! Hemos llegado. ¿A dónde? A El Dintel, fin de viaje. Y en esta aldea el abrazo del pequeño Caye -y las cervezas bien frías, claro- me hacen olvidarme de todo y sentirme orgullosa de, a pesar de todo, haber llegado. Y la sonrisa de abajo os aseguro que no es forzada.

Podéis ver más fotos de la excursión en este enlace


jueves, 24 de mayo de 2012

La Galería Alameda de Cali

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Siempre que llego a un sitio nuevo lo primero que hago, o lo segundo, es visitar su plaza de mercado. Creo que es aquí donde se palpa el verdadero latir de un lugar y se conoce a su gente. En Bogotá cada vez que puedo me escapo a Paloquemao con la excusa de comprar cualquier cosa. Hace unas semanas cuando estuve en Cartagena me fui directa al mercado de Bazurto donde hice miles de fotos que podéis ver en mi página de facebook Colombia de unaY en Cali no iba a ser menos. El domingo por la mañana, acompañada de mi amiga Jazmine a la que he conocido por medio de este blog, me planté en la Galería Alameda de la que os tengo que decir, sin exagerar, que es el mercado más limpio que he visto en mi vida. Todo está impecable y ordenado. Da gusto pasear por allí. Podéis ver más fotos en este enlace. 

Dentro encuentras de todo: fruta, carne, pescados, remedios naturales, cacharros de cocina, flores y puestos de comida típica del Valle del Cauca. Fuera hay un montón de restaurantes especializados en comida del Pacífico muy ricos y a muy buen precio. Ya sabes: sancochos de pescado, cazuelas, mariscos, arroces y todo con mucho coco. Se me hizo la boca agua sólo de pensarlo y me dio un hambre. Voy a prepararme algo. 

¿Quién de vosotros conoce esta plaza de mercado? 

miércoles, 23 de mayo de 2012

Doña Maura

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A los 6 años ya freía pescado en el cenadero que tenía su madre Leonor y molía maíz junto a su tía Clara en la casa familiar de Guapí, a orillas del Pacífico colombiano. Siempre andaba descalza, medio desnuda, y era feliz saltando de charco en charco cuando llovía. A los 8 aprendió a hacer pan y ceviche de toyo -que no de Toya por dios- conocido también como tiburón gata. Con 11 años visitó por primera vez la cercana Isla Gorgona y quedó embobada. No me extraña. De su abuela Chencha, a la que llama cariñosamente "La Generala", aprendió la corrección y muchos secretos de la cocina y de la vida. Hoy su sazón es famoso en medio mundo. Se llama Maura Hermencia Orjuela de Caldas es portadora de la tradición del Pacífico y sólo por conocerla, oír sus historias y probar su cocina ha merecido la pena mi visita a Cali. 

Me invita a su casa del barrio de La Selva donde me cuenta que de pequeñita mientras estudiaba aprendió a cantar misa en latín. Y lo hacía tan bien y con tanto arte que la llevaron de gira por toda Colombia. Luego se hizo maestra y trabajó en varios pueblos del Pacífico donde se empapó del folclore. En el 76 abrió Los secretos del mar, el primer fogón de mano negra como le gusta llamarlo de Cali, donde sus ceviches, sancochos, sudados y arroces se hicieron más que famosos.

Para Maura y para todas las mujeres del Pacífico cocinar es una fiesta. Y cuando digo una fiesta es una fiesta de las de verdad en la que se canta y se baila mientras se pica la cebolla o se revuelve un guiso. Ella nunca cocina si está del mal humor, porque la comida le quedará salada, ni triste porque entonces, me asegura, le saldrá insípida. Entonces ¿cuál es el secreto?, le pregunto. Poner en los fogones grandes dosis de amor y alegría. Tomo nota. ¿Qué ingredientes no pueden faltar en tu cocina? Cebolla larga, ají dulce, achote e hierbas como el cimarrón, la albahaca negra o el orégano. ¿Y tú plato preferido? La arrechera, me dice, una cazuela a la que le echo todos los mariscos que quiero. Qué delicia.

Oír las historias de Maura es un regalo del cielo pero si encima te cocina. ¿Os cuento el menú que nos preparó para el almuerzo? Ahí va: chucula (plátano maduro con queso y coco); repingacho (pastel de yuca relleno de toyo ahumado); pusandao de carne serrana (en la foto de abajo) y langostinos al ajillo. ¿Rico? No, delicioso. ¿Quién será tu heredera Maura? Mi nieta Alejandra que vive en Barcelona, me cuenta; el otro día me llamó y me dijo: abuelita ya sé preparar dos platos: tortilla española y espaguetis. Y mientras nos lo cuenta se ríe y se ríe con esa maravillosa y cautivadora sonrisa. Gracias por existir Doña Maura. No quiero que se me olvide decir que Maura atiende encargos y prepara eventos gastronómicos dentro y fuera de su casa así que os dejo sus teléfonos por si queréis localizarla: (2) 3714439 / 3162977453.

Y a vosotros, ¿os gusta la comida del Pacífico? A mí me encanta.

martes, 22 de mayo de 2012

Óscar y su colección


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Reconoce escuchar música todos los días a todas horas. No me extraña, yo también lo haría si tuviera como él en mi casa una colección de 7.000 elepés y cerca de 10.000 cedés en la siguiente proporción: 80% de salsa, 10% de tango y el resto de música colombiana, vallenato, bolero y mil cosas más. Se llama Óscar Jaime Cardozo, nació en Tuluá pero vive en Cali, es uno de los coleccionistas más importantes del país, además de  presidente de la Federación Internacional, y ayer visité su casa del barrio Lido donde vive feliz rodeado de su familia y sus joyas discográficas.

Lo de coleccionar música le viene de jovencito. A los 15 años ya iba a todos lados con un paquete de 24 casetes de salsa para bailar debajo del brazo y dos cintas vírgenes por si llegaba a algún sitio, sonaba la flauta y podía grabarse algo que le gustara. Pero un día con las prisas se dejó olvidada esta colección en el techo de un taxi. Lloré como un niño, me dice, mientras suena en su antiguo tocadiscos el bolero Odio gitano en la voz de Celio González acompañado de La Sonora alegre. Guarda como oro en paño una foto que se hizo a los 12 años con Héctor Lavoe y el recuerdo del concierto que vio a los 16 años de Celia Cruz y otros grandes maestros a la sombra de un samán con sólo 25 personas más. Qué cosa más deliciosa, me dice. Me recuerda que fue Celia precisamente quien dijo eso de que la salsa no es otra cosa que la música cubana con arreglos mientras pincha un tema del 44 de La guarachera de Cuba, así llamaban a la cubana, con La Sonora Matancera, cantando eso de yo no te juzgo porque soy la peor de los dos. 

¿Si tuvieras que quedarte con una voz? le pregunto. Sin dudarlo, me dice, tengo una duda: Tito Rodríguez, el mejor intérprete de la música antillana, e Ismael Rivera, la voz más linda para la salsa. ¿Algo pendiente en tu colección? Sí, Mis flores negras de Lavoe. ¿Cuándo compraste el último disco? Hace dos días y no fue uno sino tres de salsa venezolana. Oscar toca la guitarra, la percusión y está empezando con el piano. Su hijo Santiago, de 12 años, es ya un pequeño maestro en la batería y las congas. Seguimos disfrutando de la tarde, de su compañía y de las increíbles portadas de los discos que guarda como la de la foto de abajo. ¿Cómo puede un cedé competir con esta belleza? me dice mientras me muestra la portada del trabajo de Willie Colón The big break. La gran fuga.

¿Una recomendación Óscar? No perdáis de vista a la cubana Haila María y Aquí estoy, el nuevo disco de Javier Vásquez, el que fuera voz del Grupo Niche durante años. Te haremos caso y te seguiremos escuchando en tu programa de radio Planeta salsa que se emite todos los sábados de 7 a 8 de la noche en Clásica 88,5 FM. Buscarlo en la red, merece la pena.

Y de vosotros, ¿a quién le gusta coleccionar música? 

lunes, 21 de mayo de 2012

Champús bien frío

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Yo en España el champú lo utilizo para lavarme el pelo y en Cali ¡me lo bebo! Seguro que más de uno estaréis ahora mismo pensando: hay que ver, pobrecita esta española bloguera que de tanto escribir y viajar ha perdido la cabeza... De verdad que no, estoy más cuerda que nunca y lo que deberíais hacer, quien no lo haya hecho ya, es venir hasta La Sultana -así llaman a Cali- y probar esta refrescante bebida insignia del Valle del Cauca cuyo nombre correcto es champús, con s final. 

La señora que veis en la foto se llama Dora, tiene su puesto de venta en la Galería de la Alameda, y ayer a mi amiga Jazmin y a mí nos refresco la vida con uno de sus champús que prepara con melao de panela, canela, clavo, lulo, piña, hojas de naranjo agriomaíz y hielo. Así de primeras, si no lo has probado nunca y te dicen lo que lleva probablemente se te quitarán las ganas -es que a los españoles eso del maíz como que no-, pero si te das la oportunidad seguro que no te arrepientes: el champús tiene un sabor increíble y bien fresquito es una bendición para los calurosos días de Cali. Dicen que los más famosos de toda la ciudad son los de Lola -un negocio familiar que empezó hace 30 años-, pero a mí me parece que Dora los prepara como nadie. ¿A quién de vosotros le gusta el champús? Espero comentarios.

domingo, 20 de mayo de 2012

Angela y su viagra natural

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La señora de la foto se llama Ángela, es del Chocó y tiene desde hace más de veinte años un negocio en Cali -en las canchas panamericanas- donde vende jugo de borojó, un energético natural en forma de fruta más o menos del tamaño de un pomelo  (en la foto) que crece a orillas del Pacífico colombiano y cuyo nombre significa en lengua indígena árbol de cabeza colgante.

El borojó tiene un altísimo contenido en aminoácidos por lo que comerte un kilo equivale a zamparte no sé cuántos filetes de carne. Pero es que además dicen que es un excelente afrodisiaco -conocido como viagra natural-, cura las afecciones bronquiales, la desnutrición, equilibra el azúcar en la sangre, controla la hipertensión arterial, cicatriza heridas y yo qué sé cuántas cosas más.

Los indígenas recogen borojós maduros que caen al suelo y los dejan durante horas en agua y este jugo es el que beben cuando tiene que hacer largas travesías por la selva o aguantar varias horas sin comer. A nosotros ayer nos tocaba patearnos Cali así que qué mejor que bebernos uno de estos jugos que Ángela nos preparó con mucho amor pero, eso sí, del que se negó a compartir la secreta receta que lleva con éxito preparando desde hace años y que lleva además del borojó no sé cuántas clases de vitaminas y hasta un chorrito de whisky. Así cualquiera. Por cierto, ¿quién de vosotros ha probado el jugo de borojó?

sábado, 19 de mayo de 2012

Al rico "cholao" valluno


Cali es salsa, claro, pero también es "cholao" o cholado dicho con todas las letras, el preparado que veis en la foto y que he probado nada más llegar a Cali por recomendación de Rodrigo en la Heladería Caliche, un puestico en lo que se conoce como las canchas panamericanas, atendido por María a la que cautivados por su sonrisa hemos hecho miles de foto. Os cuento lo que llevaba el que Andrés y yo nos hemos metido entre pecho y espalda: hielo raspado en el momento con una máquina con más años que Matusalén, melao de caña, maracuyá, lulo, papaya, fresa, piña, guanábana, manzana, mucha leche condensada y galletas. Todo esto sí. ¿Y a quién debemos este delicioso invento? Pues cuentan que al coronel Héctor Samuel Bonilla, natural de Jamundí -un pueblecito del Valle del Cauca-, quien tuvo la feliz y dulce idea de vender hielo raspado en vasos de cristal con lulo, limón y piña, combinación que fue bautizada como Las tres niñas y que con los años fue mejorada con jarabe rojo y toda clase de frutas hasta llegar a los que se venden hoy. Por cierto, dicen que son buenísimos para el guayabo o resaca así que como esta noche vamos a salir volveremos a tomarnos otro. ¡Hasta mañana!


viernes, 18 de mayo de 2012

La Bahía de Cholón (II)

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¿Por dónde nos quedamos ayer? Ah sí, ya me acuerdo. Estamos Marta, Quique y yo a bordo de la barquita que llevamos en El Duende -el dinghy para los entendidos- de inspección por la bahía. Hace muuchoooooo calor. Una curiosidad: el barrio chino de Ho Chi Minh -antes Saigón- también se llama Cholon -sin acento claro-, palabra que en vietnamita significa algo así como gran mercado. Imagino el bullicio que tiene que haber por allí un día cualquiera, todo lo contrario que aquí donde vemos poquita gente. Compramos un buen rancho de pescado y una centolla (en la foto de abajo), para cocinar más tarde a bordo, a uno de los pescadores que encontramos y seguimos nuestra marcha.

Soñar es gratis así que por qué no imaginar que somos dueños de cualquiera de las casas que se levantan en la orilla de la bahía y que tienen hasta embarcadero propio. Y mientras dejamos volar nuestra imaginación llegamos a una preciosa playa donde aprovechamos para descansar a la sombra un rato. Nos ofrecen masajes, caracoles, pescado... Otra vez se nos hizo la boca agua. No sé qué me pasa en este sitio pero siempre tengo hambre. Estamos muertos de sed así que ponemos rumbo al chiringuito que veis en la foto donde Modesto nos sirve una de las cervezas más frías y más ricas de toda mi vida. Imaginad el cuadro: nos colocan tres sillas bajo la sombra de los techos de palmera que veis y con medio cuerpo en el agua nos tomamos las cervecitas acompañadas con un ceviche de camarones. ¿Qué maravilla no? Me pregunto qué he hecho yo para merecer esto.

La cerveza, el sol y el mar nos abren el apetito así que al El Duende donde Quique -cocinero donde los haya- nos prepara de aperitivo la centolla que veis en la foto con la que entablamos una lucha cuerpo a cuerpo al no tener las pinzas necesarias para partirla. Felizmente le ganamos la batalla y no dejamos ni una patita viva ni una mollita en el plato. Pobre animalito. Los medregales que veis en la foto -parecidos a las lechas mediterráneas- nos los zampamos un poquito más tarde en el caldero que cocina Quique. ¿Y esto del caldero qué es? Es un plato típico de mi tierra, Murcia, y aquí tenéis la receta del que me preparó mi padre -que por cierto hace los mejores calderos del mundo- hace unos meses por mi cumpleaños

Buena siesta, mejor baño y otra vez a disfrutar de un atardecer de película -qué cursi me ha quedado esto-, charla a bordo y feliz descanso. ¡Esto es vida! Mañana os sigo contando. Hay más fotos en mi fanpage de Facebook que se llama Colombia de una. Y si me regaláis un "Me gusta" mejor que mejor.

jueves, 17 de mayo de 2012

La Bahía de Cholón (I)

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A tan sólo veinte millas por mar de Cartagena de Indias existe un trocito de paraíso y se llama la Bahía de Cholón. Qué regalo haber llegado hasta allí y lo mejor, a bordo de El Duende, el barco en el que mis amigos Marta y Quique recorren el mundo desde hace años. En este enlace os cuento su viaje. 

Salimos a media mañana de la Bahía de Cartagena por el canal de Bocachica, durante años la única entrada marítima a la ciudad después de que una escollera cerrara la de Bocagrande en época de la  Colonia. A estribor dejamos el Fuerte de San Fernando levantado en 1753 y que llegó a ser prisión. Sopla una suave brisa del oeste y ponemos rumbo a la isla de Barú. Todo queda atrás y por delante, el inmenso mar. Navegar tiene la magia de hacerte desconectar de todo, reducir tu actividad mental hasta límites insospechados y liberar cientos y cientos de  endorfinas, esas sustancias conocidas como las hormonas de la felicidad. Así que os podéis imaginar cómo disfrutamos los tres de esta travesía. 

Al caer la tarde llegamos a Cholón, la laguna costera más extensa del Parque Nacional Natural de Corales del Rosario, y fondeamos en medio de la tranquila y solitaria bahía rodeada de manglares. El mar tiene un increíble color verde esmeralda así que para qué esperar más ¡al agua patos! Qué maravilla, me siento otra persona, más liviana, ligera de equipaje después de este purificador baño en aguas caribeñas. Refrescarme sinceramente me refresco poco porque el agua está a 32 grados y medio. Qué caldo dios mío. ¿Bolitas de coco? ¿Langostas? ¿Cangrejos? ¿"Pescao"? ¿Caracoles pala? ¿Centollas? Se acercan hasta el barco en sus piragüas los primeros nativos de la isla ofreciéndonos de todo y consiguiendo que se nos haga la boca agua. Es tarde, ya tenemos cena para esta noche y quedamos con ellos en hablar mañana. Estaremos varios días lejos de puerto así que toca ducha con agua salada, un enjuague rápido con dulce y a contemplar el increíble atardecer que nos han preparado de bienvenida. Describirlo lo tengo bien difícil así que mejor os dejo una foto abajo.

Duermo de maravilla en la litera de proa y como me levanto muy temprano y no quiero despertar al resto de la tripulación aprovecho para leer un libro sobre el Amazonas, ojalá mi próximo destino en tierras colombianas. Si en tierra me gusta el café a bordo de El Duende es una bendición y más si va acompañado de las tostadas de tomate y aceite que Quique nos prepara con todo su amor. Hoy toca visita de reconocimiento por la bahía así que saltamos al dinghy -pequeña embarcación que suelen llevar los barcos a bordo- y nos ponemos en ruta. Nuestra primera parada: un baño en una de las orillas, pegados al manglar. Hay muy poco fondo, es todo de arena y el agua, cristalina. Buceamos y vemos varias estrellas de mar como las de la foto. Son preciosas. Seguimos nuestra excursión, hace mucho calor y el sol cae en picado así que más de una vez paramos para darnos un baño. Estamos felices, disfrutando del mar y de habernos encontrado después de tantos años.

No quiero cansaros así que dejo para mañana el resto de nuestra aventura...





miércoles, 16 de mayo de 2012

Marta, Quique y "El Duende"

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Navigare necesse; vivere non set necease; Navegar es necesario, vivir no es necesario. Dicen que fue Pompeyo, el gran general romano, quien soltó esta frase en algún lugar del Mediterráneo a su amotinada tripulación que se negaba a hacerse a la mar por miedo a una tempestad. Muchísimo después, claro, Pessoa lo utilizó en un hermoso poema -Navegar é preciso- al que más tarde podría música Caetano Veloso. Desde siempre ha sido lema de flotas y de navegantes como Quique, patrón de El Duende en el que he estado unos días embarcada por aguas colombianas, junto a Marta, compañera y apoyo en esta gran aventura que les está llevando por mar a medio mundo. Os cuento su historia.

Quique es español, nació en Cartagena, muy cerca de Murcia, mi ciudad, y toda su vida ha estado ligada al mar y a Cabo de Palos, un precioso pueblecito pesquero a orillas del Mediterráneo al que yo también me siento muy unida y donde nos conocimos hace muchos años y nos hicimos grandes amigos. El otro día me contaba que con siete años ya soñaba con hacer una larga travesía. Y lo consiguió. En junio de 2008 partió a bordo de El Duende rumbo a la isla de Formentera desde donde saltó, después de recorrer todas las islas Baleares, a CerdeñaSicilia, mares Jónico y Egeo hasta Creta donde, en marzo de 2009, se le unió Marta que desde entonces navega con él. Recorrieron Turquía, Grecia, Italia, Malta y Túnez para volver de nuevo a España donde estuvieron cerca de seis meses dejando el barco a punto. En junio de 2010 volvieron a zarpar y desde entonces el barco no ha vuelto a recalar en España; ellos sí que han hecho algún viaje. La travesía: Cádiz, Canarias, Cabo Verde, Brasil, Trinidad y Tobago, las Antillas Menores, los archipiélagos de Los Roques y Las Aves, Aruba, Bonaire, Curaçao y Cartagena de Indias, donde nos encontramos hace unos días. En total casi 20.000 millas recorridas, unos 35.000 kilómetros, se dice pronto. Y lo que les queda.

El Duende es un barco de aluminio de casi 30 años y 40 pies de eslora, unos 12 metros. Quique lo compró en Francia y hasta que pudo conseguir todo lo necesario para esta gran travesía, y mientras le hacía todo tipo de reformas, lo tuvo varado en el jardín de su casa cerca de diez años, de verdad, no estoy bromeando, muchos días yo lo vi allí y por eso me gusta tanto verlo ahora en el agua y con ellos dos felices a bordo. He aprovechado los días que hemos pasado juntos para que me contaran miles de historias como la travesía del Atlántico hasta Cabo Verde, catorce días sin ver tierra, muy tranquila, con viento constante y que aprovecharon para leer mucho, dormir más, cocinar, conversar, ver películas y reflexionar. Nunca había tenido tiempo para pensar tanto, me dice Marta. Son tantos los recuerdos: los cientos de ballenas yubarta que vieron en el archipiélago brasileño de Abrolhos, las noches estrelladas, las guardias nocturnas, la entrada al amanecer a Malta, las carabelas portuguesas, los tiburones ballena, la deliciosa comida turca y tantos, tantos lugares y tantas, tantas personas que han conocido durante todos estos años. ¿Lo mejor de vivir a bordo? le pregunto a Marta: la ausencia de planificación y la sencillez de nuestra vida, me dice con una increíble sonrisa. Ojalá dure muchos años; por lo pronto en unos días zarpan rumbo al Archipiélago de San Blas, en aguas panameñas, donde tienen previsto quedarse unos meses cerca de los indios kuna.

Si queréis seguir la historia de Marta y Quique a bordo de El Duende lo podéis hacer en su blog que os recomiendo, es muy entretenido. Mañana os contaré nuestra travesía juntos; os adelanto una foto saliendo de la bahía de Cartagena de Indias rumbo a Barú y las Islas del Rosario.

martes, 15 de mayo de 2012

De travesía por Barú y las islas del Rosario


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Mientras termino de escribir sobre mi travesía a bordo de "El Duende" con Marta y Quique por Barú y las islas del Rosario si os apetece podéis ver las fotos que he hecho en este enlace. También he colgado imágenes de la plaza de mercado de Bazurto, de Cartagena de Indias. 

martes, 8 de mayo de 2012

A navegar

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Nací un 1 de septiembre. Mi parto fue muy feliz aunque tardé mucho tiempo en arrancar a llorar. A los pocos días, mi madre me metió en un canasto de mimbre y me llevó al barco de mis abuelos a navegar. Desde entonces, el mar ha formado parte de mi vida y siempre lo he tenido presente. Ahora que vivo en Bogotá no hay día en que no lo eche de menos y sueñe con él. Y como a veces los sueños se hacen realidad escribo este post desde el aeropuerto esperando el avión para Cartagena de Indias donde Quique (en la foto) y Marta -dos amigos de Murcia, mi ciudad-, me están esperando para embarcarme en El Duende (en la foto), el barco en el que están recorriendo el mundo hace un par de años. Voy a pasar una semana con ellos así que durante varios días estaré sin conexión a internet pero prometo a mi vuelta una crónica detallada de la travesía y muchas fotos. Gracias Universo por llevarme otra vez al mar del que nunca me debí separar.


lunes, 7 de mayo de 2012

Los sueños de Nadín

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Llevaba meses queriéndolo conocer. Me encanta su obra desde que la descubrí en la edición dedicada a Colombia de La Mar de Músicas, sin duda alguna el mejor de los festivales no sólo de España sino de medio mundo. Por fin hace unos días tuvo lugar el feliz encuentro y lo mejor es que fue visitando juntos su última exposición en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo que os recomiendo no os perdáis si estáis por Bogotá. ¿Y quién es este artista que me tiene cautivada? Se llama Nadín Ospina y, como alguien dijo alguna vez, es todo un poeta de las artes plásticas.

Oniria se llama la muestra y es un fascinante viaje al mundo de los sueños, las nostalgias y los recuerdos de infancia. De pequeño, nuestro artista vivía con sus abuelos en el barrio de Sears de Bogotá -hoy Galerías- por donde entró la modernidad a la ciudad con las primeras hamburguesas, las primeras coca-colas, los primeros árboles de Navidad. Motivado por su genial abuela, Nadín vivió todo un mundo de historias y aventuras en el que los juguetes siempre estuvieron presentes. Unos juguetes ahora más grandes y de bronce policromado diseñados por él que muestra en esta exposición con la que retoma la idea de la instalación como intervención del espacio iniciada hace más de treinta años mientras busca llamar la atención sobre la memoria popular y colectiva. En la foto de arriba veis a la mujer misteriosa y marchante. Pero es que además por Oniria se pasean el hombre que camina, el indígena piel roja, el inspector, la monja -que no era tal sino una nana holandesa-, el califa, el monaguillo, el nazareno. Junto a esta popular y peculiar galería de personajes -quienes, a buen seguro, mis lectores colombianos conocéis- Nadín coloca una réplica de algunos de los objetos arquitectónicos que desde hace años colecciona con avidez -la Torre Eiffel, el acueducto de Segovia o una pirámide azteca-, simbolizando esas calles y esos lugares que recorre desde hace años en sus sueños. Un sugerente y onírico vídeo -el que veis abajo- completa la muestra. ¿Y cómo terminó esta visita? Con un delicioso cocido boyacense y una más que agradable tertulia en casa de Nadín, junto a su mujer Mireya y su hija Mariana. Mil gracias a los tres.

Y vosotros, ¿conocíais la obra de Nadín Ospina? Podéis ver más fotos de la exposición en mi página de facebook Colombia de una.






sábado, 5 de mayo de 2012

La Cueva, bar de cazadores e intelectuales

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Nada más entrar leo un anuncio de la época que dice "Señora, si no quiere perder a su marido no le deje venir a La Cueva". Pues vaya fama tenía este local que primero fue tienda, luego bar de cazadores e intelectuales y más tarde lugar para pasar "un rico rato sin libros ni patos" en el que nadie tenía razón y donde se reunía allá por los 50 el Grupo de Barranquilla del que formaban parte escritores y artistas como García Márquez, Alejandro Obregón, Orlando "Figurita" Rivera o Enrique Grau. Ahora es museo, bar, restaurante y un activo y agitado centro cultural -dirigido con acierto por Heriberto Fiorillo-, que organiza miles de actividades, como el Carnaval de las Artes, en el que se dan citas creadores de todo el mundo, y visita obligada para todo el que venga a Barranquilla.

Llego a La Cueva muerta de hambre así que lo primero es lo primero: un delicioso almuerzo a base de mero en salsa de tamarindo con arroz con coco y patacones acompañado de mi primer jugo de corozo, una fruta dulce y riquísima que crece por estas tierras y de la ya que me declaro adicta. Calmadas mis tripas, empiezo mi visita. Qué bien se lo tuvieron que pasar aquí esa genial pandilla. Yo me lo paso igual de bien recorriendo este lugar publicitado como "único en el mundo" lleno de historias y sorpresas como un precioso fresco de Obregón -La Mulata, se llama- con la huella de los dos disparos que le pegó un amigo del pintor tras una disputa; el arcón de hielo en homenaje a los Cien años de soledad de García Márquez en el que hay que colocar las dos manos y pedir un deseo luchando contra el frío; fotos originales de la época, cuadros y mil cosas más recuerdo de este grupo de creadores que, como leo por ahí, "supieron convertir la amistad en una forma necesaria y suprema de arte".

¿Alguien conoce La Cueva? ¿Y qué os parece?

jueves, 3 de mayo de 2012

Más que un museo

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Me gustan los museos diferentes, los que te consiguen sorprender, en los que te diviertes, juegas, participas, aprendes y sueñas. Así es el Museo del Caribe de Barranquilla que visité hace unos días. ¿Quieres que te lo enseñe? Primero vamos a situarnos. El museo forma parte de todo un conjunto que se llama Parque Cultural del Caribe con un área de más de 20.000 m2 en el centro histórico de la ciudad y proyectado por el arquitecto Giancarlo Mazzanti también autor de la Biblioteca España de Medellín de la que ya os he hablado en este blog. ¿Y cuál es la intención de este gran espacio cultural? Promover el patrimonio natural, cultural e histórico del Caribe colombiano. Por ahora funcionan el museo, una biblioteca infantil, la Mediateca Macondo, especializada en la obra de García Márquez; una sala múltiple, una gran plaza pública con teatro al aire libre, zonas de juegos infantiles y zonas verdes. En los próximos años se instalarán aquí un centro de documentación, el Museo de Arte Moderno y la Cinemateca.

¿Listos para la visita al museo? Allá vamos. Entro en la Sala de la Naturaleza y me sumerjo a través de unas bellísimas imágenes en las profundidades marinas de la isla de San Andrés, recorro el desierto de La Guajira y mil sitios más. Hay pantallas interactivas, vídeos, mapas animados. De ahí, a la Sala de la Gente, esas que han sembrado sus raíces en este territorio: indígenas, europeos, africanos, árabes, judíos y tantos otros que han contribuido a enriquecer culturalmente el Caribe colombiano. En la Sala de la Palabra conozco más sobre la vibrante, sonora y siempre renovada expresión oral de la gente de esta zona; oigo décimas y letanías, cantos de vaquería y gritos de monte, diferentes matices y acentos y aprendo nuevas palabras como caribeñón, pechiche, cantaleta o coroto. Y hasta me emociono con el poema "Mis flores negras" de Julio Flórez que una voz anónima y misteriosa me recita en la Cápsula de la Poesía. Es hora de bajar a la Sala de la Acción donde me espera toda una vitrina de más de 100 objetos recopilados por el artista Cristo Hoyos y que han sido decisivos en el desarrollo de esta región: hay un telar, un pequeño trapiche, una plancha a vapor, carracas, utensilios de cocina, un riel del ferrocarril, la hélice de un avión y otros elementos de la agricultura y la ganadería. Qué pena, ya se está acabando el recorrido con lo bien que me lo estoy pasando. Llego a la última sala, la de la Expresión, todo un homenaje a la fiesta, la música y la danza y en la que termino bailando a ritmo de bullerengue, chalupa, fandango, cumbia y porro. Qué bien me lo he pasado, qué ganas de volver pero lo que es más importante, regreso a casa conociendo mucho mejor qué es el Caribe colombiano y la gente que en él vive.

¿Quién de vosotros conoce este museo? Tenéis más fotos en mi página de facebook Colombia de una y recordad que también pueden seguir a Colombia de Una en mi cuenta de Twitter


miércoles, 2 de mayo de 2012

Los sancochos de Josefina

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Me recibe con una gran sonrisa en su casa del popular Barrio Abajo de Barranquilla donde año tras año se cuece y se vive con pasión el Carnaval. Es cocinera profesional, heredera de toda una tradición culinaria, se llama Josefina Cassiani y yo tengo la enorme suerte de conocerla y de compartir con ella unas horas. En la foto la veis la mar de favorecida para su presentación en Sabor Barranquilla, un festival gastronómico dirigido con mucho acierto por Patricia Maestre, que se celebra en el mes de agosto y que este año estará dedicado al departamento colombiano de Córdoba y tendrá como país invitado a Venezuela. Ojalá pueda ir. 

Josefina creció entre fogones y aprendió todo lo que sabe, que es mucho, de su abuela materna de sangre española y su mamá Nancy Muñoz. Me enseña libros, fotografías antiguas de la ciudad y amorosamente comparte conmigo sus recetas centenarias. Una de sus especialidades es el llamado pastel que viene a ser como un tamal pero con arroz en vez de maíz y que se sirve envuelto en una hoja de bijao. Como dicen en mi país cada maestrillo tiene su librillo así que ahí van algunos de los secretos de Josefina a la hora de preparar esta delicia local: las especias las tuesta y la muele ella -nada de comprarlas ya preparadas- porque son las que le dan el sabor y el aroma, no deja que nadie toque las carnes que lleva este plato no vaya a ser que se le pongan malas, y nunca se olvida del ajito pito, un pimiento verde pequeñito que sólo crece por estas tierras y del que me llevo unos cuantos de recuerdo. Josefina me recuerda que cuando era pequeña lo que más le gustaba era atar los pasteles, que no era nada fácil, y limpiar primorosamente las hojas para envolverlos. 

El pastel le sale delicioso pero el sancocho de guandú -guandul como le gusta llamar a ella- lo borda. El guandú es una leguminosa originaria de África parecida al frijol que para este guiso Josefina cocina con dos clases de carne, ñame, yuca, plátano verde y amarillo, maíz amarillo y no sé cuántas cosas más. Imprescindible, me dice, un buen sofrito del que se añadirá -y ahí va el truco- una buena cucharada a diez minutos del final. Tomad notas cocineros y cocineras. Se sirve con arroz blanco, agua de panela o jugo de corozo, una fruta deliciosa y muy dulce que crece por estas tierras. Hablamos de otros platos típicos de la zona como el arroz de lisa -preparado con el pescado del mismo nombre-, las butifarras, las arepas de huevo, las empananadas, los chicharrones, el suero, los patacones.... ¡Se me hizo la boca agua!

Por cierto, Josefina prepara por encargo en el patio de su casa sus famosos sancochos, así que si vais a ir a Barranquilla y os apetece probarlo no dejéis de llamarla. Su celular es el 3799757 y el e mail joseph0352@gmail.com. 

Y a vosotros, ¿qué platos típicos colombianos os gustan?