Navigare necesse; vivere non set necease; Navegar es necesario, vivir no es necesario. Dicen que fue
Pompeyo, el gran general romano, quien soltó esta frase en algún lugar del
Mediterráneo a su amotinada tripulación que se negaba a hacerse a la mar por miedo a una tempestad. Muchísimo después, claro,
Pessoa lo utilizó en un hermoso poema -
Navegar é preciso- al que más tarde podría música
Caetano Veloso. Desde siempre ha sido lema de flotas y de navegantes como
Quique, patrón de
El Duende en el que he estado unos días embarcada por aguas colombianas, junto a
Marta, compañera y apoyo en esta gran aventura que les está llevando por mar a medio mundo. Os cuento su historia.
Quique es español, nació en
Cartagena, muy cerca de
Murcia, mi ciudad, y toda su vida ha estado ligada al mar y a
Cabo de Palos, un precioso pueblecito pesquero a orillas del
Mediterráneo al que yo también me siento muy unida y donde nos conocimos hace muchos años y nos hicimos grandes amigos. El otro día me contaba que con siete años ya soñaba con hacer una larga travesía. Y lo consiguió. En
junio de 2008 partió a bordo de
El Duende rumbo a la isla de
Formentera desde donde saltó, después de recorrer todas las islas Baleares, a
Cerdeña,
Sicilia, mares
Jónico y
Egeo hasta
Creta donde, en marzo de 2009, se le unió
Marta que desde entonces navega con él. Recorrieron
Turquía,
Grecia,
Italia,
Malta y
Túnez para volver de nuevo a España donde estuvieron cerca de seis meses dejando el barco a punto. En junio de 2010 volvieron a zarpar y desde entonces el barco no ha vuelto a recalar en España; ellos sí que han hecho algún viaje. La travesía:
Cádiz,
Canarias, Cabo Verde,
Brasil, Trinidad y
Tobago, las
Antillas Menores, los archipiélagos de
Los Roques y
Las Aves,
Aruba, Bonaire,
Curaçao y
Cartagena de Indias, donde nos encontramos hace unos días. En total casi
20.000 millas recorridas, unos 35.000 kilómetros, se dice pronto. Y lo que les queda.
El Duende es un barco de aluminio de casi 30 años y
40 pies de eslora, unos 12 metros. Quique lo compró en
Francia y hasta que pudo conseguir todo lo necesario para esta gran travesía, y mientras le hacía todo tipo de reformas, lo tuvo varado en el jardín de su casa cerca de diez años, de verdad, no estoy bromeando, muchos días yo lo vi allí y por eso me gusta tanto verlo ahora en el agua y con ellos dos felices a bordo. He aprovechado los días que hemos pasado juntos para que me contaran miles de historias como la
travesía del Atlántico hasta Cabo Verde, catorce días sin ver tierra, muy tranquila, con viento constante y que aprovecharon para leer mucho, dormir más, cocinar, conversar, ver películas y reflexionar. Nunca había tenido tiempo para pensar tanto, me dice Marta. Son tantos los recuerdos: los cientos de
ballenas yubarta que vieron en el archipiélago brasileño de Abrolhos, las
noches estrelladas, las
guardias nocturnas, la entrada al amanecer a
Malta, las
carabelas portuguesas, los
tiburones ballena, la deliciosa
comida turca y tantos, tantos lugares y tantas, tantas personas que han conocido durante todos estos años. ¿Lo mejor de vivir a bordo? le pregunto a Marta: la ausencia de planificación y la sencillez de nuestra vida, me dice con una increíble sonrisa. Ojalá dure muchos años; por lo pronto en unos días zarpan rumbo al
Archipiélago de San Blas, en aguas panameñas, donde tienen previsto quedarse unos meses cerca de los
indios kuna.
Si queréis seguir la historia de Marta y Quique a bordo de
El Duende lo podéis hacer en su
blog que os recomiendo, es muy entretenido. Mañana os contaré nuestra travesía juntos; os adelanto una foto saliendo de la bahía de Cartagena de Indias rumbo a
Barú y las
Islas del Rosario.